Volver a recuperar un fragmento de la infancia, los recuerdos, aquellos momentos vividos en familia y retratar la propia aldea es una temática recurrente y muy frecuente tanto en la literatura como en el cine. En “BELFAST” el reconocido director Kenneth Branagh (de quien hace pocas semanas se estrenó “Muerte en el Nilo” en un registro autoral completamente diferente), revisita su propia niñez en la ciudad de Irlanda del Norte que da título al filme y es el marco excluyente de toda la historia.
Las primeras imágenes con una fotografía brillante a todo color, hablan de la Belfast de hoy, el registro actual de una ciudad a la que Branagh quiere volver para contar su propia historia, dando paso a sus memorias, retratadas en un radiante blanco y negro, mientras transcurre el final de una década tan icónica como la década del ´60.
El pequeño Jude Hill es Buddy, un perfecto alter ego del director, personaje en el que se centra la historia. Desde su mirada con ojos de niño Branagh se permitirá narrar las escenas más importantes, que permiten lograr ese tono nostálgico, mezclado con una mirada naïf y dulce, tan típica de los relatos de infancia, aquellos que inclusive sirven de trampolín para dar inicio a una nueva etapa, generando una sensación tan propia de una estructura más emparentada con un relato de coming of age.
Pero si bien la temática y la estructura es conocida y varios directores han trazado de diversas formas su propio homenaje a la infancia, a su familia, a sus tradiciones y a su ciudad natal, en el caso de “BELFAST” el director apunta a una puesta en escena minuciosa, llena de detalles y por demás exquisita y es también el responsable de un guion que intenta escapar a cualquier golpe bajo para trabajar en base a dos líneas argumentales: por un lado el contexto político y social en el que la ciudad estaba inmersa y del que la familia de Buddy no puede quedar ajeno, y por el otro, el foco atento en cada uno de los personajes de la familia, a los que pinta detalladamente, con suma precisión y de una manera entrañable.
Corre 1969 y Belfast aún sin quererlo, queda atrapada en las represiones policiales frente a los enfrentamientos religiosos, en las manifestaciones de la comunidad protestante, hechos que más tarde darán inicio a una campaña de atentados del IRA contra los militares. El génesis de la violencia, las víctimas y la ruptura de la paz de esta pequeña ciudad, temas que en manos de otros directores se hubiesen montado sobre una toma de posición o un discurso claramente partidista, en manos de Branagh se muestran sutilmente, con una cámara que retrata los acontecimientos sin patinarlos de enciclopedismo histórico y sobre todo, sin perder de vista esos ojos de niño y el impacto que irán generando estas situaciones sociales en el seno de una típica familia de la época.
A través de esa mirada tierna y plena de candidez, Buddy intentará entender el mundo de los adultos, como testigo silencioso de la tensión entre el matrimonio de sus padres, donde la pareja deberá negociar cierto reacomodamiento laboral en cabeza del jefe de familia, frente a ciertos problemas económicos e impositivos que los oprimen.
Con esa misma inocencia se describirá el vínculo con sus abuelos, donde el afecto y la complicidad se pondrán rápidamente en juego logrando las escenas más emotivas y encantadoras de “BELFAST” además de poder disfrutarse los excelentes trabajos de Judi Dench y Ciarán Hinds –quien se luce particularmente con pequeños monólogos que aprovecha inteligentemente para el crecimiento de su personaje- cargados de una amorosidad que nos transporta directamente al recuerdo nostálgico con nuestro propio pasado.
La cámara de Branagh envuelve exquisitamente al rostro perfecto de Caitriona Balfe como la madre y a una precisa composición de Jamie Dornan como el padre, quienes se entienden con una muy buena química en pantalla tanto para los momentos más distendidos (como una escena de baile) hasta los más tensos con las decisiones que deben enfrentar frente a la potencial mudanza.
Además del homenaje a su ciudad natal y a los momentos más inolvidables de su infancia, aparece como uno de sus recuerdos fundantes aquellas tardes en el cine donde todo era puro disfrute y donde indudablemente aparece el germen de la carrera que posteriormente desarrolló, con una filmografía tan prolífica como actor y como director, con una interesante diversidad de géneros, desde su versión de “Hamlet” y “Romeo y Julieta” volviendo sobre su espíritu shakesperiano hasta el cine más mainstream con “Asesinato en el Orient Express”, “Cenicienta” o “Jack Ryan”.
Nominada a 7 premios Oscar, entre los que cuenta con Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original, “BELFAST” deja ese sabor típico de los recuerdos y los momentos grabados a fuego, cuando la cámara vuelva a recorrer los rincones de una Belfast actual, vibrante y quizás algo lejana a todo lo sucedido.
POR QUE SI:
» La cámara retrata los acontecimientos sin patinarlos de enciclopedismo histórico y sobre todo, sin perder de vista esos ojos de niño «