Con melancolía, pero atención, con moderación y sin ponerse nunca pedante, Kenneth Branagh construye en Belfast un filme que es candidato al Oscar con tintes autobiográficos, y escribe una carta de amor a su infancia y a su ciudad natal.
Toda película tiene un punto de vista, y el de Belfast es el de Buddy, un niño, y no lo perderá en ningún momento. Buddy es Branagh, y no porque sea rubio en ese blanco y negro en el que sucede todo lo real, y a colores cuando va al cine y se escapa de la realidad.
Buddy (Jude Hill, irlandés como todos los intérpretes principales, la mayoría nacidos en Belfast) tiene 9 años y cuando la película comienza está armado con la tapa de un tacho enorme de basura que utiliza como escudo.
Está jugando a vencer dragones, y a pocos metros de esa calle -el filme prácticamente no sale de allí, salvo al interior del cine o al de un aula, o una parada de bus- otros irlandeses están peleando de verdad por lo que creen, sienten y entienden es por lo que hay que pelear: sus derechos.
Como en toda disputa y/o grieta cada uno cree o siente y entiende que la razón lo ampara. La película transcurre en momentos en los que la capital de Irlanda del Norte vivía particularmente convulsionada por los enfrentamientos entre protestantes y católicos, pero Branagh no quiere dar ninguna lección de historia. Menos ideologizar la vida de Buddy, que ya bastante tiene con lo que le pasa por su interior.
A saber, lo más importante: está enamorado de la chica más linda y más lista de su clase en la escuela. Luego, también, su familia es de clase baja, baja por los recursos económicos con los que cuenta, pero altísima si contamos los valores que manejan.
Buddy a su papá (Jamie Dornan, a años luz de Cincuenta sombras de Grey) lo ve poco y nada, porque se la pasa viajando a Londres a trabajar, pero bien que disfruta los momentos con él. Su madre (Caitriona Balfe) se preocupa por él y es la voz mandante que guía al ingenuo Buddy; su abuelo (Ciarán Hinds) está enfermo, y su abuela (Judi Dench) lo malcría con dulces. Hinds y Dench son candidatos al Oscar como intérpretes de reparto.
Qué familia
Imposible no empatizar con Buddy y los miembros de su familia.
La película, que cuenta con siete nominaciones al premio de la Academia de Hollywood, incluidas la principal, mejor película, dirección y guion original, es un relato de amor a la familia, a esas calles del barrio, a la ciudad de la que emigrar es una posibilidad cierta. Si se van, dejan atrás las penurias económicas y la peligrosidad -las revueltas de violencia hacen que se construya una barricada, y formar parte de los grupos vandálicos es más que una opción-, pero también a los abuelos, a los afectos.
Branagh llamó a su habitual director de fotografía Haris Zambarloukos, el mismo de la actualmente en cartel Muerte en el Nilo y también de Thor y La Cenicienta, los títulos más comerciales del director de Enrique V para su filme más intimista, que cuenta con una gran banda sonora de Van Morrison.
Entre chicos jugando a la pelota en la calle y cócteles Molotov arrojados por hombres enmascarados se desarrolla Belfast, un filme que destila un humor blanco cuando no irónico, que habla y cuestiona los fanatismos de uno y otro lado, manteniendo eso sí siempre el homenaje incondicional a la familia.