Sentido de pertenencia Da en la tecla Ricardo Zielinski cuando dice que él, junto al resto de su cuerpo técnico, están donde están porque “interpretamos bien lo que es Belgrano”. El testimonio del DT, uno entre cientos a lo largo de Belgrano, una película pirata, exhibe cabalmente cómo se ha construido el sentido de pertenencia de aquellos que pasaron por el Celeste, ya sea en calidad de entrenadores o jugadores. Captar la identidad es lo que los convierte en hombres de Belgrano. Lo reclaman los hinchas cuando le piden al equipo “que juegue a lo Belgrano”. Lo saben los que entran a la cancha, como Juan Carlos Olave, el arquero que se transformó en símbolo con el histórico ascenso ante River. “Este club es meter, es dejar todo y no darse nunca por vencido”, dice “Juanca”. O Guillermo Farré, cuando vaticina: “Ellos darían la vida por ponerse la camiseta y luchar desde adentro”. Los legendarios Piratas del ‘68 recuerdan sus hazañas y los ídolos “Chiche” Sosa y “Luifa” Artime rememoran sus ascensos. En Alberdi, Belgrano es el faro que ilumina un barrio con una fuerte identidad, fruto del cruce de culturas y de la impronta que le dieron sus vecinos trabajadores. El vínculo se ha estrechado en los últimos años, cuando el club volvió a participar en proyectos culturales como la Biblioteca 26 de Junio, o iniciativas sociales como el reclamo por la reapertura del cine La Piojera. En su barrido por la historia, el documental refleja, entre otras cosas, el apoyo y el respeto de los hinchas por los trabajadores de la Cervecería Córdoba, un ícono del barrio caído en desgracia. “Yo no sé si la identidad se la dio Alberdi a Belgrano o Belgrano a Alberdi”, reflexiona uno de los entrevistados. “No hay nada más vacío que el Gigante vacío”, dice la voz de Federico González parado en el medio de la cancha. González habla de la soledad en la inmensidad, que actúa como contrapunto del carnaval que se desata cuando los piratas atraviesan las calles del barrio para alentar a Belgrano.
Atado a un sentimiento En Belgrano, una película pirata (2015) el binomio de directores, integrado por Martina Faux Marambio y Gastón Bailo, indaga sobre la pasión del hincha de Belgrano de Córdoba, equipo de fútbol nacido a principios del siglo pasado en el mítico barrio Alberdi de la capital cordobesa. Corría el año 1905 cuando un grupo de chicos amantes del fútbol dio origen al Club Atlético Belgrano de Córdoba, un club atravesado no solo por su propia historia sino también por la del barrio que lo cobija desde hace 110 años. Belgrano, una película pirata mezcla ficción con registro documental para narrar la historia del club y la del propio barrio, pero lo hace desde la visión del propio hincha. Así la película propone un recorrido que se inicia con una lograda representación ficcional sobre el nacimiento del club y que se extiende hasta 2011 cuando en el partido por la promoción logran el ascenso a Primera División y el descenso de River Plate. En el medio habrá mucha historia, incluyendo una divertida interpelación con versiones desopilantes sobre el origen del apodo “pirata”, la emblemática formación del 68, la quiebra del club y la recuperación en manos de los socios, la relación con el cantante cuartetero Rodrigo Bueno, entre otros hechos. Pero a su vez entrecruza la historia del club con la del barrio Alberdi en una interrelación donde apararen el Cordobazo, la Reforma Universitaria, y hasta la lucha por la recuperación del Cine Teatro “La Piojera”. Los directores le escapan con inteligencia a varios elementos recurrentes como caer en la típica entrevista a historiadores, dirigentes o referentes del fútbol (solo se verán algunos jugadores pero con testimonios en los que se expresa la pasión por el club y no otra cosa) para focalizarse en la mirada de los propios hinchas y el significado del fanatismo por Belgrano de Córdoba. Ese sentimiento que va más allá de cualquier explicación lógica y que solo en el fútbol se da. Pese a algunas escenas ficcionadas que no aportan demasiado y el excesivo metraje (casi 2 horas que compactadas le hubieran sumado al resultado final), Belgrano, una película pirata le da una vuelta de tuerca a este nuevo género sobre películas futboleras al centrarse no sobre la institución sino en el hincha propiamente dicho. Y así poder reflejar la pasión y no caer en el mero film propagandístico.
“La razón de mi existir”, “uno más en la familia”, “parte de mí”, “un sentimiento increíble”. ¿Qué es Belgrano para el verdadero hincha? ¿Qué es el fútbol para el argentino?. Este documental con algunas escenas ficcionalizadas pretende retratar no sólo la historia de un club y de un lugar, sino la de la pasión, por eso es que está contada desde el lugar del hincha. “La pasión, esa inexplicable actitud que se funde con el amor y la locura, que hace que las personas dejen lo mejor de sí mismas por el mero hecho de pertenecer y entregarse ante algo”. Uno de los problemas del film son las dos horas de duración, las cuales se sienten extensas, especialmente cuando a lo largo del film se dice varias veces lo mismo desde diferentes voces. “Alberdi sin Belgrano no sería Alberdi y Belgrano sin Alberdi no sería Belgrano”. La película no trata sobre un equipo de fútbol, ni tampoco sobre un barrio, sino sobre la pasión que genera saber que se pertenece a un grupo, a un equipo, a un lugar, aunque no se haya nacido ahí.Belgrano, una película pirata explora así la pasión a través de sus hinchas pero se permite también introducirse en temas como el origen del apodo pirata, la formación del equipo, la quiebra del club en 2001 y su posterior recuperación.
Hablemos de Alberdi mejor Antes que nada lo que está bueno: Belgrano, una película pirata es claramente un film sobre el popular club de fútbol cordobés pero también es algo más y eso se agradece. En sus excesivos 116 minutos de duración (sí, entendimos lo maravilloso que es ser de Belgrano) desarrolla dos vertientes bien diferentes: por un lado, la parte más densa y obvia acerca de lo glorioso que es el club; y otra un poco más sutil e interesante acerca de la dimensión política y social del territorio en el cual nace el club que es el barrio Alberdi de Córdoba capital. ALBERDI Con esa exageración característica de la izquierda revolucionaria de fines de los 60, Alberdi ha sido declarado primer territorio libre de América. Lo cierto es que como vemos en Belgrano, una película pirata, este barrio contiene una fuerte identidad. Desde sus historiadores informales, pasando por la cultura cotidiana se nos cuenta sobre el pasado comechingón, el presente multicultural, el omnipresente fútbol, la cervecería y la interesante movida de un grupo de jóvenes comprometidos en recuperar aquello que el tiempo y los intereses económicos quieren borrar de un plumazo: la unión, la identificación colectiva; en definitiva, la identidad. Desde el Cordobazo y Agustín Tosco, a la explosión de Rodrigo “El potro” a fines de los años 90, según la película de Gastón Bailo y Martina Faux Marambio, Alberdi parece ser el corazón o el alma de toda una región, donde se vive y se es de una manera, por supuesto positiva. No hay razón para no creerles. C.A.B. Hace dos meses tuvimos otro de esos hechos ridículos y violentos a los cuales nos tiene acostumbrados nuestro fútbol, el famoso pimienta-gate del Boca vs River de la Copa Libertadores. Tenemos la teoría inocente esa de que unos pocos violentos nos sacan el espectáculo a una mayoría no violenta. Hay una minoría violenta legitimada por un discurso mayoritario constante y corrosivo, que hace 40 años no se detiene acerca del “aguante”. Por supuesto que las famosas barras existen con sus conexiones políticas pero hay una mayoría que de alguna manera intrínseca (y a veces concreta) las sostiene. Lamentablemente, Belgrano, una película pirata adhiere a ese discurso de la pasión por encima de todas las cosas. Me voy a apresurar a decir que no podemos esperar más de un film partidario que pretende exaltar las cualidades del club y su lugar de residencia. El amor y el arraigo que siente la gente por ese lugar, su identidad y su amado club de fútbol. Pero sí vale la pena subrayar que, aunque sea por contexto o inconscientemente, adhiere y festeja ese discurso acerca de lo grandioso que es el club del cual uno es hincha y que está por encima de todo, madres e hijos incluidos. Aquello de que hay que dejar más que fútbol en la cancha, piernas y vida. En definitiva, ese decir violento que legitima. Y de que hoy, en un país que juega sin hinchada visitante, el otro casi que ni es necesario; no hay una sola mención a Talleres en este documental. Apenas Artime menciona tímidamente un clásico espectral.
Celeste que te cueste. Es de lo más redudante definir al fútbol como una pasión inexplicable, prácticamente de manual. Algo que se asocia a hazañas deportivas, héroes gambeteadores y vueltas olímpicas. ¿Pero qué sucede cuando se narra una historia de un club identificado mucho más con su lugar de origen y sus hinchas que con sus lauros deportivos? En ese sentido apunta la dupla compuesta por los realizadores y guionistas Gastón Bailo y Martina Faux Marambio con su documental Belgrano, una Película Pirata (2013). El documental, de casi dos horas de duración, narra el devenir del Club Atlético Belgrano de Córdoba, una institución de dicha provincia. Con la vista más puesta en el eje social y de algún modo geográfico, se nos contará la historia de un club que surgió del barrio Alberdi, antiguo hogar de los Comenchingones previo al arribo colonizador, y que domingo a domingo enamora a sus habitantes. Desfilan a través de la pantalla hinchas, vecinos, personalidades, jugadores y ex jugadores del “Pirata”, pero el acento siempre estará puesto sobre la cuestión de la “pertenencia”: aquello que define al hincha de Belgrano es en igual medida su pasión por la camiseta como el amor por su lugar de origen. El recorrido abarca desde la fundación del club en 1905, pasando por el Cordobazo, la Reforma Universitaria, el Nacional del 68, los descensos y la quiebra, llegando hasta el ascenso de 2011 que consecuentemente condenó a River Plate a la segunda división del fútbol argentino, por primera vez en 110 años de historia. Decíamos que se trata de un documental que pone el acento en lo social, por eso se tomará más tiempo para escuchar a los vecinos, los primeros socios, los hinchas fanáticos y otros personajes coloridos antes que a los deportistas que formaron y forman parte de la plantilla profesional. Tal vez con un mayor poder de síntesis y ajustando algunas entrevistas, el metraje final no hubiese sido tan extenso, logrando que el mensaje llegue de forma más sintética y menos repetitiva. Es inevitable sentir nostalgia en un documental que rescata el espíritu más puro de aquello que idealmente entendemos como la razón de ser de un club: promover actividades saludables, unir a un barrio y forjar lazos con la comunidad en la que se encuentra inserto. Tal vez los fanáticos del fútbol propiamente dicho disfruten más la segunda mitad del film, en la cual las figuras del club dan su testimonio y se repasa la épica del 26 de junio de 2011 en el estadio de River Plate, junto a dos de los jugadores participantes de la hazaña. Sin contar con herramientas ténicas de gran nivel, la fuerza del documental reside precisamente en los testimonios de todos aquellos que viven y entienden a un club de fútbol como algo más que once tipos atrás de una pelota, donde más allá de los tres resultados diferentes que el deporte ofrece desde antaño -triunfo, empate o derrota- hay algo mucho más profundo e interesante que se pone de relieve en esta producción: el sentido de pertenencia por sobre todas las cosas.