En la última película del gran maestro italiano Marco Bellocchio, Bella addormentata, el tema de fondo pasa por la legalización de la eutanasia, pero para examinar este presunto derecho el director de La sonrisa de mi madre combina distintos puntos de vista opuestos y dialécticos sin dejar por eso de sostener una perspectiva precisa. El film sitúa su relato coral en un momento histórico clave en Italia: es 2009 y, tras 17 años de existir en estado vegetativo, Eluana Englaro, si se legisla a favor, será desconectada. El hecho concreto fue central en las batallas culturales surgidas en el contexto de la Italia conducida por Berlusconi. Bellocchio se apropia de ese momento en clave de ficción sumándole tres historias: una actriz con una hija en el mismo estado que Eluana sostiene su esperanza esperando un milagro; un político, que por experiencia propia está a favor de la eutanasia pero su partido está en contra, se debate en su conciencia sobre cómo votar en el parlamento respecto del tema; una joven nihilista se topa con la voluntad férrea de un médico que intenta contrarrestar el compulsivo deseo de la joven de acabar con su vida. Extraordinario mosaico filosófico mediante el cual el director consigue construir esas atmósferas únicas de su cine donde lo real pierde momentáneamente la elegancia de las costumbres y el delirio se apodera por momentos del orden cotidiano. Véase el admirable pasaje al comienzo en un hospital, una escena emblemática de todo el cine del maestro italiano.