ENTRE CUENTOS DE HADAS Y ESPEJOS
Belle es un film que se balancea entre distintas temáticas que van apuntalando la identidad de los personajes, con un cariño alejado del cinismo con que suele abordarse la identidad en la virtualidad. La razón es simple: no hay un tono distante sino que su proximidad -y actualidad- hacen del conflicto algo inmediato para el espectador. Es el principal mérito de Belle más allá de sus irregularidades, sumado a un aspecto visual imponente y un sentido homenaje a La bella y la bestia (1991, Gary Trousdale, Kirk Wise) de la factoría Disney, uno de sus films más icónicos en los noventas.
Pero antes de hablar de Belle específicamente, deberíamos hablar un poco de su director, Mamoru Hosoda. La principal figura del Estudio Chizu es uno de los creadores más destacados del animé contemporáneo que, tras varios años trabajando en la industria, en particular para franquicias afirmadas como Digimon o One piece de Toei Animation, encontró su voz con algunos de los largometrajes más importantes y personales del animé en los últimos veinte años. Sus dos largometrajes para el prestigioso estudio Madhouse, The girl who leapt through time, del año 2006 y Summer wars, del 2009, marcaron algunas de sus obsesiones en torno a la identidad de personajes en sus años formativos, la influencia de los entornos digitales y una sensibilidad adulta que lo acerca al cine de Makoto Shinkai -y también su melancolía-. En el 2018 va a lograr con Mirai una nominación a los Oscars, siendo el primer film de animé que no es del Estudio Ghibli en lograr este reconocimiento. En síntesis, estamos hablando no solo de un autor fundamental del animé sino de la animación en su conjunto en los últimos años.
Pero volvamos al estreno: Belle es el relato de una adolescente, Suzu Naito, que afronta su timidez para comunicarse con su entorno y un pasado traumático creando un alter ego, precisamente la Belle del título, en un popular entorno virtual llamado U. Piensen en un ultra desarrollado Second life donde las posibilidades creativas son infinitas, en particular a la hora de crear un avatar, y se aproximarán a una idea de lo que es U. Belle se transforma en un icono popular y avasallante que conecta con el universo virtual cantando y pronto alcanzará la notoriedad que no tiene en la “vida real”. Por supuesto, los límites entre lo real y ese mundo digital comenzarán a desdibujarse cuando la vida en U termine afectando su vida personal. En particular cuando se sienta atraída por una misteriosa figura que amenaza el balance pacífico del universo de U.
Belle es a su manera una reescritura posmoderna del clásico La bella y la bestia de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont pero también es un homenaje a la archiconocida adaptación de Disney en los noventas. La multitud de guiños visuales -por ejemplo, los sirvientes del castillo, que recuerdan más a las simpáticas criaturas del film de Disney que a las del relato original- y la faceta musical del film -que va de un J-Pop pegajoso a baladas con demasiada sacarina- resuenan como un sentido eco que se adapta al film de Hosoda. Lo complejo de Belle está en que la trama romántica y la dramática, que además denuncian la violencia doméstica en Japón, el duelo, el bullying y los efectos de un trauma infantil, se entrelazan sutilmente sin problemas a pesar de caer en un melodrama que se estira por largos minutos en el desenlace, algo que recuerda a algunos films de Shinkai. Pero en líneas generales el guion, también de Hosoda, es sólido a pesar de la cantidad de subtramas y temáticas que abarca, un riesgo digno de ser elogiado. Lo mismo puede decirse del trabajo de animación, que demuestra el ya conocido poderío del Estudio Chizu al utilizar modelos en 2D y dotarlos de profundidad y relieve, logrando un híbrido con la tecnología digital y el 3D. Son en particular notables las secuencias en el universo de U, que se asemejan a un ampuloso sueño surrealista.
Belle es una reflexión sobre la identidad y la posibilidad de conexión y empatía, aun cuando existan barreras y un metaverso que nos permita olvidarlas. El mérito del film de Hosoda es darle relieve a los sentimientos antes que la tentación de una crítica vacía sobre los universos virtuales. Sin dudas, el primer gran estreno animado del 2022.