En la última década Mamoru Hozoda se convirtió en uno de los directores más aclamados de la animación japonesa. Tras realizar un serie de filmes más comerciales con la franquicia Digimon su carrera explotó cuando comenzó a desarrollar propuesta con mayor contenido, donde sobresalieron Summer Wars, Wolf Children, The Girl Who Leapt Through Time, The boy and The Beast y Mirai, que recibió una nominación al Oscar.
Curiosamente Belle, su película menos memorable, el año pasado recibió una aclamación desquiciada de 14 minutos en el último Festival de Cannes frente a una audiencia que si mira una propuesta de animé por año es demasiado.
Motivo por el cual llega a los cines con un exceso de elogios desmedidos que exageran un poco su valoración. En esta oportunidad el cineasta ofrece una adaptación extravagante y moderna del cuento clásico de La Bella y la Bestia que toma como premisa para explorar las dinámicas de las conexiones humanas en los mundos virtuales.
Hosoda presenta una mirada bastante optimista del concepto del metaverso y sus plataformas que dentro del conflicto principal sirve de catalizador para que la protagonista pueda expresar su talento musical reprimido.
Suzu es una adolescente que vive en un pueblo rural con su padre y se convierten en una especie de Jem (sin las Holograms) dentro de un mundo virtual que la idolatra como una estrella pop.
A través de esa experiencia encuentra una manera de sanar el trauma que le ocasionó la muerte de su madre. Si la narración se hubiera enfocado exclusivamente en este concepto Belle hubiera sido una película muy superior. Sin embargo, en su ambición por darle una mayor complejidad a su obra terminó por construir un relato caótico al que le sobran personajes y subtramas innecesarias que no tienen nada que hacer en este film.
El relato se desbanda con romances escolares y hasta un conflicto que hace referencia a la violencia doméstica que nunca se termina de desarrollar. Frente a los filmes previos del artista la verdad que Belle no es su mejor guión y la película termina salvada por la puesta en escena a la que no se le puede objetar nada.
Visualmente es una belleza y tiene algunos momentos magníficos cuando el film le da rienda suelta a la fantasía. Por momentos hasta resulta un poco abrumadora por todos los colores y detalles que sobresalen en mundo virtual pero que contribuyen a levantar las debilidades del guión.
Ni de casualidad es la mejor obra de Hosoda pero para cualquier amante del animé no deja de ser un espectáculo que se disfruta muchísimo en la pantalla de cine.