LOS BIENINTENCIONADOS
Varias sensaciones se imponen a lo largo del visionado de Belleza inesperada. La primera es que todo es un disparate muy poco serio, a pesar de pretender serlo. La segunda es que el film parece una versión dramática de La gran estafa: si en aquella saga de robos y comedia todos las estrellas parecían pasarlo bomba pero no el espectador, acá todas las figuras -que son unas cuantas- dan la impresión de estar re convencidos e involucrados, poniéndole toda la garra al asunto, aunque eso jamás se transmite al público. La tercera es que llamativamente, por esos milagros del cine y la vida, no termina de enojar, a pesar de ciertos gestos, acciones y giros que rozan lo indignante.
Ya el argumento de Belleza inesperada convoca al escepticismo: un exitoso publicitario (Will Smith) que luego de perder a su hija se encuentra totalmente abstraído en sí mismo. Mientras sus amigos y compañeros de trabajo tratan de recuperarlo, él busca respuestas en el universo escribiéndole cartas a esas abstracciones llamadas Amor, Tiempo y Muerte, hasta que empieza a recibir respuestas, literales respuestas por parte de estas entidades encarnadas en personas. En este relato y su premisa ya se perciben posibles tensiones, una batalla de voluntades entre ese protagonista/estrella que es Smith y el director David Frankel (que llegó un poco de apuro al proyecto, reemplazando al realizador original, Alfonso Gómez-Rejón). Si el primero viene protagonizando films que son de diferentes formas concursos de manipulaciones y que testean la tolerancia del espectador con narraciones donde la prioridad muchas veces es el mensaje, como La verdad oculta, Después de la Tierra, Siete almas, Soy leyenda y En busca de la felicidad; el segundo se ha centrado en la mayoría de sus films -como El diablo viste a la moda, Marley y yo y El gran año– en las intersecciones entre el universo laboral y el personal. Sin embargo, el duelo termina siendo ganado claramente por Smith: lo que tenemos ante nuestros ojos es un film que fuerza su propio verosímil en pos de su discurso.
La verdad es que Belleza inesperada es una película que batalla (y duro) por ser un drama que permanezca en la memoria del espectador: desde la construcción de diálogos hasta el diseño de situaciones, pasando por el tono de las actuaciones, todo en el film delata sus intenciones de bajar línea sobre una concepción del mundo en la que se admita la presencia de fuerzas cuasi metafísicas que nos marcan como personas. El problema es que el relato, a pesar de presentar personajes con numerosos problemas personales, dudas y conflictos, se muestra demasiado seguro de sí mismo, tan explícito en su mensajismo, que se vuelve torpe y previsible. De ahí que para la puesta en escena sea imposible sostener la credibilidad de su planteo narrativo y ciertos giros -especialmente el referido al personaje de Naomie Harris- que se ven venir a kilómetros, con lo que no tienen impacto alguno en el espectador. Todo es poco serio a pesar de su pretenciosidad, demasiado estirado o mal contado (a pesar de sus escasos 97 minutos) y demanda una excesiva credibilidad por parte del público potencial.
No deja de ser llamativo que Belleza inesperada finalmente no termine siendo un producto particularmente irritante, teniendo en cuenta que incurre en un par de decisiones éticas y morales para con los personajes que son directamente tétricas. Quizás en esto ayuden las actuaciones de un reparto donde no sólo están Smith y Harris, sino también Edward Norton, Kate Winslet, Michael Peña, Keira Knightley y Helen Mirren: todos ponen una energía distintiva, lucen recontra convencidos de lo que están haciendo, incluso desde una pose relajada (eso se nota más en Mirren, que es la única que da la impresión de intuir la poca seriedad de todo el asunto). Todos se revelan como gente muy bienintencionada, con muchas ganas de transmitirnos esperanza y fe en el mundo a pesar de todas las calamidades que nos rodean. Y bueno, para qué gastar energía en enojarse con esta buena gente…