Llega Belleza Inesperada, del director de El Diablo viste a la moda con Will Smith y un gran reparto de actores conocidos.
Will Smith personifica a Howard Inlet, un exitoso publicista que cae en una gran depresión por la muerte de su pequeña hija. Para sacarlo de ese estado, y un poco por el interés de declararlo insano y así poder alejarlo de la empresa que conduce, deciden contratar a actores que personifiquen a la Muerte, el Tiempo y el Amor. Esas tres abstracciones son a las que Howard le envía cartas periódicamente en busca de respuesta ante la desgracia de su vida.
David Frankel, que supo dirigir comedias, entre otras, El diablo viste a la moda, entrega en esta ocasión, una no muy agradable experiencia de pornografía emocional, unas gotas de realismo mágico en la gran manzana y dosis de recetas “New age” para conmover a la audiencia en la cercanía de Navidad (que parece ser la época del año en que todo el mundo debería volverse más espiritual) y de Año nuevo ( tiempo en el cual se requiere de balances personales y cambios para el futuro). El resultado a veces llega a niveles cercanos al ridículo.
Un puñado de excelentes actores (Will Smith, Helen Mirren, Michael Peña, Edward Norton, Naomie Harris, Kate Winslet, Keira Knightley y Jacob Latimore) naufragan en unos diálogos imposibles de creer. El objetivo es hacer salir a los espectadores del cine con un bollo de pañuelos descartables mojados por el llanto.
En Belleza inesperada hay una idea absurda que carece de verosímil. Y que es a veces cruel: en el camino por enseñarle algo al otro, los que quieren dar la lección, verán sus vidas transformadas.
Belleza inesperada tiene pretensiones de grandes temas en letras mayúsculas y termina siendo, como una metáfora usada hasta el hartazgo en la película de principio a fin, una caída en efecto dominó, de una torpeza tras otra.