De Moisés a Ben-Hur
Alfred Hitchcock decía que no podía hacerse una buena película de una gran obra, había que tomar, en todo caso, una novela menor para convertirla en una gran película. Si bien la frase hace referencia a la literatura, puede trasladarse a esta época de tanta remake innecesaria. La Ben Hur (2016) no puede estar nunca a la altura de la clásica versión con Charlton Heston. La pregunta es ¿lo intenta?
La Ben-Hur (1959) de William Wyler es una gran película más allá de su grandilocuencia temática y formal, algo muy difícil de nivelar por el ruso Timur Bekmambetov (Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros) responsable de la versión actual. La comparación es inevitable y hasta los productores faltos de ideas apelan a rememorar aquella cinta para atraer al público. Ahora la Ben Hur del siglo XXI está pensada como una película de acción haciendo el foco en la lucha entre los hermanos Juda Ben-Hur (Jack Huston) y Messala (Toby Kebbell) que lo traicionó –motor del clásico- pero con redención final en clara alusión a las épicas bíblicas contemporáneas (Noé, Exodo: DIoses y Reyes, La resurrección de Cristo). El film funciona en la acción y resulta muy pobre en su dramatización histórica.
Existieron otras versiones de la novela de Lewis Wallace: Una no oficial que data de 1907, la protagonizada por Ramón Novarro en 1925 y la miniserie de 2010 que desarrolla la relación desde la infancia de los hermanos Judah y Messala. La última hasta la fecha parece conocerlas a todas y no por eso estar interesada en ser fiel a ellas. El ingenio en esta oportunidad se encuentra en desarrollar con la tecnología CGI (imágenes generadas por computadora) las escenas de la batalla naval y la famosa carrera de cuadrigas del circo romano (evidente desde el afiche). Eso sí, todo está exagerado, por ejemplo no es una teja que se cae aquello que desata el conflicto (la condena a Juda a la esclavitud), sino que aquí es un atentado con flechas. La violencia es superior, propia de los tiempos políticos que corren (¿el accionar irracional del terrorismo?) pero al no haber un anclaje preciso en estos datos históricos la referencia queda acartonada producto de una clase B que utiliza los datos en pos del más primitivo entretenimiento.
Esta versión de Ben Hur jamás podrá igualar a su gran antecesora ni a ninguna otra épica grandilocuente del período clásico de Hollywood. Hay que pensarla en relación a las producciones bíblicas contemporáneas con las cuáles traza un denominador común –foco en la acción, libre interpretación histórica, cristianismo con estética publicitaria- y, en ese sentido, termina siendo tan fea e intrascendente como aquellas.