Es sabido que de vez en cuando Hollywood no tiene ideas y decide ir al arcón de los recuerdos para poder desempolvar alguna idea o película que sirva como punto de partida para que las nuevas generaciones puedan conocerlas.
Pero cuando en ese intento de contar de nuevo el cuento, uno pasa por alto el punto de partida, y termina configurándose un pastiche sin sentido, esa relectura termina por negar la posibilidad inicial de acercar una propuesta interesante.
“Ben Hur” (USA, 2016) de Phil Neilson pierde, claro está, con la obvia comparación de su predecesora la maravillosa película de 1959 dirigida por William Wyler en 1959. Pero no pierde por su imposibilidad de trasponer una vez más la clásica historia, sino que lo hace por querer actualizar de manera inverosímil su historia.
Judas Ben Hur (Jack Huston) y Messala (Toby Kebbel) son hermanos adoptivos que compiten, “sanamente”, entre sí para obtener logros académicos, deportivos y demás. Cuando el destino los separa y los enfrenta, cada uno deberá fortalecerse desde su lugar para afrontar desafíos impensados.
Neilson profundiza en esto, en cómo Judas, alejado completamente de los suyos, y bajo el poderío tiránico de Poncio Pilato (Johan Philip Asbæk), es esclavizado, torturado y llevado al extremo, razón por el cual la venganza y el odio asumirá un nuevo objetivo en su vida.
Y en eso irán las más de dos horas de esta nueva adaptación de “Ben Hur”, con muchas, muchas licencias, y poco amor por el cine y por un género, el péplum, que supo tener momentos de gloria, pero que en los últimos años sólo ha servido como vehículo para coproducciones que no pueden plasmar el verdadero sentido de su origen.
Si el espectador menos advertido acude a ver el filme, claro está, asistirá a una sucesión de imprecisiones que no hacen otra cosa que ridiculizar una de las historias más interesantes que se pudo apreciar y en donde la religión juega un papel importante.
Lamentablemente acá se privilegia la acción, y en cada frase del guión hay un tufillo a autoayuda, a narración de Paulo Cohelo sin sentido, con una impronta de hacer un “Ben Hur para dummies” en el que las secuencias se acumulan sin terminar de darle una entidad a la totalidad del filme.
Mención aparte la interpretación de Morgan Freeman, que también oficia de narrador en off, en un papel de un mentor de Judas, con una caracterización irrisoria, en la que se acerca a Whoopi Goldberg o al John Travolta en “Battlefield Earth”.
En resumen, una fallidísima propuesta, que no logra transmitir la épica, la pasión, la acción en ningún momento, y que excepto en el duelo de carrera de caballos tirando carros final, el total se termina haciendo muy cuesta arriba.