GRITOS Y SUSURROS
“Un mundo de sonidos le espera”. Con esa frase recibe Francesco, un productor, al inglesito Gilderoy, prestigioso sonidista que acaba de llegar a Italia para trabajar en el giallo (subgénero del cine de terror) titulado “El vórtice escuestre”. Y es esa misma frase la que resume la quintaesencia de “Berberian Sound Studio”, con todo lo bueno y lo malo que supone que lo mejor de una película sea su sonoridad.
El segundo largo de Peter Strickland es un ejemplo de autoconciencia, una reflexión sobre el mundo del cine que revela los mecanismos que posibilitan su “magia”. Así, se podrá ver cómo el detrás de escena de un ahorcamiento es un mero rabanito que se parte en dos. O cómo un repollo acribillado se traduce en las heridas que recibe una mujer. La acción transcurrirá en este ida y vuelta entre el giallo y “Berberian…”
Gilderoy, y el espectador, sufrirán una escalada de desconcierto hasta que los límites entre la realidad y la ficción se vuelvan difusos y la única certeza sean los ecos, los gritos, los susurros. Toby Jones (el Truman Capote de “Infamous” y quien le puso la voz al elfo doméstico Dobby en la saga del mago Potter), un prodigio a la hora de demostrar el temperamento inglés, andará como barco a la deriva entre los burdos italianos. Su gestualidad y una lograda atmósfera tan kafkiana como surrealista serán los aspectos más sobresalientes del film que, muy a su pesar, se extiende hasta los 92 minutos.
“Berberian Sound Studio” grita que el cine es siempre un ejercicio de manipulación. La idea es válida pero esto no se trata de un ensayo ni de un cortometraje. La mejor película de la competencia internacional del BAFICI 2013, también premiada en Sitges y Locarno, juega todas sus cartas en los primeros minutos. Su extensa, extensísima segunda mitad es simplemente más de lo mismo.
“Esperaba un final más digno”, dice una de las que actrices que escucha cómo su personaje llega a su fin cuando una sandía cae al suelo. A la película de Strickland le cabe exactamente el mismo comentario.