El miedo más efectivo de todos
Así como Hollywood inventó sus géneros -el western y el musical- el cine italiano no se quedó atrás, hizo el spaghetti western y llamó péplum a las películas de historia romana. Pero el subgénero que no admite copias -porque las que hubo fueron horrendas, y esto no es un elogio- fue el giallo. Una combinación entre cine de terror y thriller, que tuvo a Darío Argento como su principal artífice, y a Mario Bava como creador.
Varias décadas más tarde, cuando el giallo ya es un recuerdo, el inglés Peter Strickland lo homenajea a su manera con Berberian Sound Studio. El giallo siempre incluyó asesinatos y morbo en sus intrigas, pero más que las tramas, lo que atraía al público eran los climas sórdidos y la violencia explícita.
Y salvo esto último, Berberian... abreva en todo aquello, pero con una historia de cine de terror dentro de un filme de horror.
Es un ejercicio de estilo, si se quiere, pero atrapante desde el mismo argumento.
Gilderoy (Toby Jones) es un ingeniero de sonido que viaja de Inglaterra a la Italia de los ’70 para realizar la mezcla del último trabajo de Santini, maestro del giallo. Gilderoy es entre tímido y poco amigo de lo extravagante. El maltrato que impera en las sesiones de doblaje habla de un trabajo malpago y otras vicisitudes propias de la industria, que el filme irá sumando al mismo tiempo que el protagonista comience a dejar de mostrar asco por la película en sí (El vórtice ecuestre) y comience, de a poco, a confundir ficción con realidad.
El miedo más pavoroso siempre es ése. El más efectivo: el terror psicológico. Ya no importa que en la trama haya brujas y demonios maltratando vírgenes y cometiendo asesinatos atroces. Porque lo que imprime terror es el rostro de Gilderoy ante lo que ve. Es un personaje pacífico que encontrará en su interior facetas más oscuras.
Y es Toby Jones el centro del relato. El actor que compuso a Truman Capote en Infame está omnipresente (cuando no aparece en la imagen, sabemos que lo que vemos, de una manera u otra, está siendo escudriñado por él).
Los cinéfilos la disfrutarán doblemente, ya que se echa mano a varios efectos de sonido rudimentarios -desde cortar de un cuchillazo una sandía a encender una licuadora-. Perturbadora, oscura, con una iluminación bien al estilo de los años ’70 con interiores tenebrosos desde lo estético, lo mejor es lo que desvela. No hay muchas propuestas como ésta en los cines de hoy en día.