De la mano del transformismo de los ’80 y exponiendo parte de la preparación de una renovada versión de «La casa de Bernarda Alba», el documental hurga en el pasado del under porteño y sus icónicos comienzos.
Incluso antes del Parakultural o de Cemento, la diversa cultura periférica teñía las calles porteñas de glamour transformista en lugares insospechados. Miradas atentas que sabían dónde buscar, aun con el peligro de una dictadura extinta pero de secuelas cercanas. Años más tarde, estos emblemáticos antros de Montserrat alternarían sus menúes con variopintas producciones aptas para todo público, pero sus comienzos fueron completamente diferentes. Una movida cultural que comenzó como lugar oculto de ensayo y, más tarde, abriría sus puertas a un público que aceptaba ser parte de la experiencia en forma directa y sin filtros.
El movimiento under transformista comenzaba a pisar fuerte, al igual que las redadas a los teatros, represiones todavía en democracia, razzias en los colectivos y demás. La vida de Willy Lemos(Hipersomnia, La noche del lobo) no fue ajena a esos acontecimientos. El servicio militar, la peste rosa, la homosexualidad no rechazada pero sí negada, eran los temas en la mesa por aquel entonces; por lo que, junto a las voces de otros artistas, es tomado como protagonista, en mayor medida, de este documental que retrata mediante testimonios y material de archivo la delirante y contagiosa purpurina con la que el movimiento hizo frente a los últimos años del golpe de estado en los ’80.
Bernarda es la patria
Dirigida por Diego Schipani (Las hermanas L, Cuatreros) y coescrita y coproducida junto a Albertina Carri (Los Rubios, Las Hijas del Fuego), la película recorre de manera desordenada pero efectiva las anécdotas de Lemos y amigos durante aquella época en la que la homosexualidad en el servicio militar, los abusos en la infancia y los silencios y complicidades eran habitué en sus mundos. Paralelamente también asistimos a la puesta en escena de la nueva versión de «La casa de Bernarda Alba», el clásico de Federico García Lorca con el que Schipani encuadra todo el film a fin de extrapolar épocas de sumisión y control del género. Es justamente este marco poético lo que nos revela un excepcional casting de pelucas y maquillajes que inducen a la risa y al delirio sano, acompañado también con momentos íntimos de sus personajes que desnudan sus espíritus en el escenario y en confesiones personales tras bambalinas. La obra de Lorca constituye aquí una opción más que adecuada para descontextualizar la película y amalgamarla con los héroes de aquellos recovecos ochentosos: Gambas al ajillo, Alejandro Urdapilleta, Batato Barea, Humberto Tortonese, Los peinados Yoli, Fernando Noy y muchos otros artistas precursores del movimiento transformista.
Una obra que tardó un lustro en construirse, con algunos que partieron en el medio y muchos que llegaron al presente y nos siguen regalando una performance sin igual de interpretación artística. Para quien alguna vez leyó a Lorca, tuvo la oportunidad de explotar a carcajadas en el Parakultural o sus mejores anécdotas son del under de aquella época, Bernarda es la patria es un documental que les suscitará emociones a flor de piel, dejándoles una herencia de monólogos, plumas y parafernalia de sobra.