Muchos balazos, pocos culpables
Claudia Piñeiro pivotea otra vez sobre country, viudas y viudos en este policial de ajustada factura, bien armado, entretenido, que aporta sarcasmo y una mirada liviana pero sugerente sobre comportamientos humanos y la sensación, muy actualizada, de que los balazos van por un lado y la justicia por otro. Hay varios sub temas detrás de la intriga central: la muerte de un hombre poderoso, que años atrás había sido acusado de haber matado a su mujer. Lo encontraron degollado en su casa del country La Maravillosa. ¿Qué pasó? Dos periodistas (un viejo cronista de policiales, ducho y sobrador, y un novato algo exagerado en sus recelos) y una autora de novelas negras van hasta el country. Y entre los tres empiezan a investigar. De a poco se darán cuenta que detrás de un crimen siempre hay varios libretos. El filme, como en las novelas de Piñeiro, va del costumbrismo al clima opresivo, de las señales visibles a los lazos apenas insinuados. Todo asoma de a poco, en medio de un mundo de secretos y forzados olvidos que destapan una realidad que le tiende celadas a los que buscan la verdad y que le tiende trampas a los que intentan taparla. “Betibu” nos dice que sobran perejiles y faltan culpables, que la impunidad doblega la mejor investigación, que el pasado, en el crimen y en el amor (la relación de Betibú y el editor) está llena de pistas falsas. No todo se sabe, nos dice otra vez Piñeiro. Y no todo lo que se sabe se puede decir, nos dice el editor. Y el realizador Cohan ubica esa metáfora en un diario manejado por un español que juega con sus tapas como juega con sus amantes y en una policía tan exigente con sus vecinos (la escena de Betibu a la entrada del country) y tan distraída con sus criminales. Más allá del abrupto final, algo descolgado, el relato está bien llevado y el film, aunque le falta intensidad y mugre, interesa y entretiene. No hay puntos flacos, todo está muy cuidado, hasta las escenas circunstanciales son creíbles. La redacción, el pequeño combate entre el periodista viejo y el nuevo, entre el papel y el celular, están bien retratadas. También tienen vida propia los personajes secundarios. Piñeiro avisa que no conviene acercarse demasiado a las cosas, arriesgarse, investigar, reescribir los hechos, porque al final, los que tienen poder, como en las películas, son los dueños del corte final.
“Betibú” tiene desniveles, pero lo mejor es la actuación de Daniel Fanego. El solo con su presencia le da veracidad, sutileza, carnadura a su personaje. Es lejos la figura sobresaliente de un elenco con varios secundarios muy bien redondeados (Norman Brisky, Osmar Núñez, Carola Reyna), pero lo de Fanego está un paso por delante. A veces un actor es capaz de llevar de la mano el tono del el film. Y eso pasa con este gran actor, un segundo de lujo. Su Jaime Brena es zorro, autosuficiente, intenso. Y desde su penetrante mirada aporta la dosis justa de ironía, experiencia, ilusión y cansancio.