Atractivo policial centrado en el periodismo
Todo empieza con un asesinato. En el distinguido country La Maravillosa, una empleada doméstica descubre que su patrón, Pedro Chazarreta (Mario Pasik), ha sido degollado. El hecho no tarda demasiado en convertirse en una noticia de fuerte impacto nacional: la víctima no sólo era un influyente empresario sino también el principal sospechoso de haber matado a su esposa.
Con ese punto de partida, Miguel Cohan (director de Sin retorno y coguionista de esta transposición del best seller de Claudia Piñeiro) construye un atractivo thriller que combina con bastante precisión elementos propios de la dinámica periodística con otros aspectos vinculados con los manejos turbios (corrupción, tráfico de influencias) en las altas esferas del poder económico y político.
Los protagonistas de Betibú son tres: el personaje que le da título a la película, interpretado por Mercedes Morán (una brillante autora que ha abandonado por decisión propia la escena literaria para refugiarse como escritora fantasma) y dos prototípicos exponentes de la sección policiales: el periodista veterano, bohemio y ya desgastado (está a punto de firmar su retiro voluntario) que encarna Daniel Fanego; y el joven un poco arrogante y bastante inexperto (Alberto Ammann) que asume como jefe de El Tribuno, un diario manejado por capitales y ejecutivos españoles.
Ellos -por diferentes motivos y circunstancias personales- coincidirán en investigar el caso de Chazarreta y, claro, sus inesperadas derivaciones y múltiples alcances que no conviene adelantar aquí. Betibú es un film sostenido sobre todo por los diálogos y -más allá de algunos pasajes en que pueden resultar un poco forzados por ciertos desniveles actorales- la construcción de la tensión y el interés nunca se resienten.
En favor de Cohan y su equipo juegan la minuciosa y creíble descripción del funcionamiento interno de una redacción de diario (incluida la relación con informantes y hasta con jerarcas policiales) y de la vida cotidiana en los countries (Piñeiro ya había escrito Las viudas de los jueves, también llevada luego al cine). El resto (quién o quiénes son los culpables, cómo se organizan y operan muchas veces desde las sombras las principales estructuras del poder) deberá descubrirlo el espectador en pantalla. Vale la pena.