Una obra honesta y de calidad
La segunda experiencia de Miguel Cohan como director es satisfactoria. La adaptación se centra en la historia policial a la que suma varias capas de complejidad y misterio.
La cámara toma un cuarto, recorre el respaldo de un sillón de cuero que domina el lugar, hace un paneo sobre los portarretratos que están sobre una coqueta mesita y finalmente se instala frente a Pedro Chazarreta, sentado, degollado, muerto. Comienzo clásico para un policial correcto, con un crimen, la incógnita sobre el asesino y en el medio más muertes que se apilan y complican la resolución del caso.
Después de Las viudas de los jueves, nuevamente un libro de Claudia Piñeiro es elegido para su adaptación, en este caso a cargo del propio director de la película, Miguel Cohan (Sin retorno) y su hermana Ana, que a la hora de trabajar el guión tomaron el camino lógico de concentrarse en la historia policial, con la escritora Nurit Iscar (Mercedes Morán), el veterano periodista Jaime Brena (Daniel Fanego), más el novato Mariano Saravia (Alberto Ammann), como los investigadores del caso que va sumando capas de complejidad y misterio.
Todo en Betibú es correcto, con un legítimo esfuerzo por atenerse a las reglas del género policial desde una historia oscura, que arranca antes, con la víctima como sospechoso de haber asesinado a su mujer. Y entonces Brena que lo conoce pero que por una estupidez es apartado de su cargo como jefe de policiales del diario por el director del medio (José Coronado), tiene que soportar que le pongan como superior a un periodista joven e inexperto, aunque sin embargo entre ellos se va a establecer una relación de confianza y se van a complementar perfectamente con Nurit-Betibú, autora en desgracia –su último libro no funcionó, la relación que tenía con el director del diario tampoco–, que es convocada para vivir en el country La Maravillosa y desde el mismo lugar de los hechos escriba sobre el caso. Una muerte real para alimentar su pluma de escritora de policiales.
Lo cierto es que la segunda experiencia como director de Cohan (que durante muchos años fue asistente de Marcelo Piñeyro) es satisfactoria, un trhiller que básicamente se asienta sobre el policial pero que no profundiza sobre la mirada femenina, tan presente en el libro. Por supuesto, el film es una adaptación y las reglas del cine son otras, pero da la impresión de que al haberse concentrado la línea dramática en los asesinatos, el relato perdió riqueza, que logra recuperar cuando explora la química entre Betibú y Brena, con Morán y Fanego que juegan a la seducción con mucho oficio.
Por lo demás, el condimento de la corrupción en la historia y el pantallazo al mundo periodístico es bastante realista, que junto a una cuidada puesta en escena dan como resultado una película honesta, un film industrial de calidad que logra superar sus inconvenientes y no decepciona.