Viaje a la periferia de la comedia
Judd Apatow, desde su rol de productor, guionista, director y descubridor de talentos, se ha ganado con total justicia un lugar en el mapa de la comedia norteamericana de las últimas dos décadas: como director tiene un universo asimilable y coherente, extremadamente sólido, que reconoce como mayor influencia a las películas de John Hughes, o al menos a cierto espíritu de aquellas películas -allí donde Hughes concentraba las situaciones, Apatow estira, bifurca, descentraliza-. Para comprobar el nexo no hay más que ver esa biblia del cine sobre colegios secundarios que fue la excelente serie Freaks and geeks. Y si bien luego del exitoso binomio Virgen a los 40 – Ligeramente embarazada llegó Hazmerreír y su mundo parecía venirse abajo (no está mal, pero es su película más fallida), con Bienvenido a los 40 el impacto parece más acentuado: con elementos reconocibles de sus películas anteriores, este spin-off de Ligeramente embarazada (los protagonistas Pete y Debbie son personajes surgidos en aquel otro film) se nutre de una autoconciencia narrativa mayor y audaz, construyéndose sobre la dispersión de su núcleo argumental y eludiendo la responsabilidad de contar algo en términos clásicos, pero también haciéndose cargo de sus errores que son expuestos con total honestidad en subtramas que no terminan de funcionar.
Pete y Debbie cumplen 40 años con diferencia de pocos días. Es un tiempo de crisis y cambios. Siempre la cuarta década entra en los personajes de Apatow como un llamado de atención que conduce, invariablemente, a la adultez. Sin embargo, aquello que podíamos discutirle a sus películas anteriores (su mirada conservadora al establecer el cambio como madurez obligatoria) es aquí gambeteado con habilidad: Pete y Debbie ya están en ese proceso, conforman un matrimonio de larga data y no tienen que enfrentarse a un momento de quiebre tan crucial (como el de Seth Rogen en Ligeramente embarazada, por ejemplo); sólo descubrir cómo atravesarlo. La tarea, como siempre en las películas del director, llevará a una serie de cruces, crisis, tensiones y dolores manejados con humor y no poca amargura. Pete y Debbie eran personajes muy queribles dentro de Ligeramente embarazada, y aquí aquel germen explota ahora en muchas direcciones, siempre ocurrentes. Y ese es el primer acierto de la película: demuestra que Apatow tiene gran ojo para ver dónde se construye la historia, y darle su lugar, su tiempo, su espacio. Por eso Pete y Debbie tienen su película, una película que como su marca de fábrica indica no puede ser lineal: si nacieron como personajes secundarios, su película tiene que estar plagada de secundarios. Y ahí, una gran falla: algunos funcionan y otros no.
Una operación curiosa de Bienvenido a los 40 es que carece de centro, de nervio narrativo. Es como una rapsodia. Hay algunos episodios -la cruz del futuro económico que pesa sobre ellos, la discográfica de él, los cambios que motiva ella en la familia, las hijas- pero ninguno se lleva el interés. La película avanza, los pasa por arriba y transcurre. Cuando termina, todo está más o menos como empezó, con algunas lecciones aprendidas. Y otras no. Como la vida misma, podríamos decir. Apatow, consciente de que se enamora de sus ideas y sus chistes y sus personajes, y que raramente sabe contar sin sobrepasar las dos horas de metraje, abusa del recurso y lo amplifica. Pero si con Virgen a los 40 y Ligeramente embarazada tenía secundarios que complementaban sobre una idea central fuerte, y en Hazmerreír intentaba contar en tres planos (los humoristas y sus desdichas, la enfermedad de Sandler, y la relación de Sandler con su ex) sin lograr del todo hacer algo homogéneo, Bienvenido a los 40 abandona la intención integradora y hace una apología de la languidez. Incluso por momentos atentando contra sus propios resultados. Pero en esa languidez, cerrando una idea conceptual fuerte que es coherente con el tema de fondo: la estructura familiar y sus recovecos. Esa extenuación es propia de las películas de Will Ferrell con Adam McKay en la dirección y producidas por Apatow, pero que aquí queda libre del universo absurdo del comediante e impacta de otra forma sobre el verismo que propone la película.
Bienvenido a los 40, más que Hazmerreír, es un giro pronunciado en la carrera de Apatow, porque vuelve a contar lo que antes, pero dejando de lado las expectativas del espectador y tornándose totalmente personal. Y es interesante descubrir que Apatow, entendido como pocos en eso de la comedia como estructura, prefiere dejar de lado cierta mirada Hughes y acercarse más a universos que pintaron anteriormente Woody Allen y James L. Brooks. Ambos directores fueron de los pocos que se atrevieron a la comedia romántica con personajes más adultos. Y en la adultez, Apatow incorpora el nervio en los diálogos y espacios del neoyorquino y apuesta a la comedia grupal y coral del creador de Mejor… imposible. Bienvenido a los 40 es un La fuerza del cariño conoce a Maridos y esposas.
Obviamente que hay chistes notables, grandes actuaciones, mucha libertad apoyada en un montaje que permite esa improvisación, diálogos centrados en referencias culturales, todo lo habitual en las películas del director. También, como dijimos, hay personajes secundarios mal construidos o innecesarios (Megan Fox), situaciones algo trilladas (la obsesión por el cuidado físico) y subtramas que sólo ocupan espacio y que parecen estar sólo por aportar algún momento gracioso (Jason Segel). Pero si Bienvenido a los 40 sobresale es precisamente porque Apatow da muestras claras de atreverse a darle a su mundo de siempre nuevas formas y cadencias. Es esa experimentación y autoconsciencia (Bienvenido a los 40 es una comedia que parece hablar desde el género sobre el mismo género), ese estudio de los movimientos propios, lo que hace de esta película una obra muy interesante: es el autor construyendo en el camino y dejando el trazo explícitamente para que se vea. Una película vulgar y sofisticada a la vez, un viaje que parte del centro de la comedia y se pierde en los arrabales. Lo que importa, claro, es el viaje no el lugar al que se dirige.