Bob el constructor
A Robert Zemeckis sus conocidos y amigos le dicen Bob. Bob Zemeckis o Bob a secas. Ya que es un amigo de la casa y viene dando cuartel desde hace décadas con las películas más inventivas que Hollywood haya podido engendrar, vamos a decirle simplemente Bob. Es más, gran parte de su filmografía no solo me acompañó a lo largo de mi vida yuxtaponiéndose a mi crecimiento, tanto biológico como cinéfilo, sino que además guarda un lugar en mi corazón. Como negarle a este tipo haber hecho la película más cool de la historia del cine (Volver al futuro) o de haberse convertido en uno de los pocos herederos de la factoría Spielbergiana. Obras como la citada Volver al futuro (1985), ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), La muerte le sienta bien (1992), Forrest Gump (1994), Contacto(1997), Naufrago (2000), Revelaciones (2000) y The walk (2015) no solo guardan en su nervio un ingenio cinematográfico fabuloso y narrativamente impecable; son films que claramente definen a Bob como un autor. Parte de su universo cinematográfico es circundado por tres constantes: las hazañas, el tiempo y el amor, entre tantas otras. Esa triada, podría decirse, funda parte de la cultura histórica y el pensamiento humano: las hazañas, relacionadas con el conocimiento, la evolución y el progreso; el tiempo, con lo inevitable (el nacimiento de todo y la muerte de todo, o la negación al olvido: Volver al futuro, La muerte le sienta bien, Contacto, Naufrago y Revelaciones son claros ejemplos) y finalmente el amor, relacionado con lo emocional y que es la conexión obligatoria entre los anteriores elementos: menos intelectual, empírico o estoico pero sí más abstracto a la vez que humano.
Bienvenidos a Marwen, película media zonza que nos compete hoy; es el último opus de este gran autor y lamentablemente parece una resaca de las nuevas corrientes discursivas que vienen afectando al cine últimamente. Bob pareciera que un día se dio una sobredosis de corrección política, esnifando bajadas de línea hediondas y decidió, no se sabe porque corno (o tal vez sí…vayamos de a poco) contar esta historia. Bob tuvo deslices en su carrera (El vuelo… qué desastre), por eso se lo perdonamos. Lo perdonamos porque, a pesar de esas decisiones, su habilidad para narrar es impecable, intachable y como en su obsesión por el tiempo, funciona como un relojito (esto último es una expresión robada a un amigo). ¿Eso que quiere decir? Que no aburre. Jamás. Su cine niega el bostezo lapidario. Mas eso no alcanza para salvarla. A Bob esta vez le falló la mezcla: demasiada cal y arena y poco cemento y firmeza.
Bienvenidos a Marwen cuenta la historia de Mark Hogancamp, un hombre solitario, cincuentón, que vive en una casa humilde en un barrio humilde. Hace unos meses fue brutalmente atacado por una pandilla, quedando en coma. Mark no recuerda nada antes del ataque. No sabe nada de su vida. Todo lo deduce por algunas cosas que se hallan en su casa (por ejemplo unos bocetos de comics, sugiriendo que era caricaturista). Ahora oficia de fotógrafo de su proyecto: construyó una maqueta en el jardín de su hogar que imagina un universo personal y alternativo a su gris y desdichada vida. En ese micromundo llamado Marwen alberga una historia situada en la década del cuarenta, donde el héroe Americano debía siempre enfrentar a los nazis. Ese héroe es Hogie (representado por un muñequito digital de Steve Carrell), un piloto que entrena mujeres para convertirlas en soldados. Bah, en realidad estas muñecas/mujeres la tienen bien clara en eso de disparar armas de fuego y enfrentarse a los fascistas de Marwen, por lo que Marwen es un mundo de mujeres, o al menos comandado por ellas. Como es de esperarse en estos relatos, hay un paralelo con la realidad del protagonista y la fantasía que lo lleva a imaginar ese mundo. Particularmente porque las mujeres de Marwen son modelos de mujeres en la vida de Mark, mujeres que él atesora en lo emocional: una compañera de trabajo, una vendedora, la nueva y atractiva vecina, etc. Los nazis en Marwen son los neonazis que lo atacaron bestialmente aquella noche y a los cuales deberá enfrentar en un juicio al que parece temerle más que a cualquier otra cosa.
La película de Bob presenta tantas contradicciones en su discurso que se diluye a la hora porque parece que es la única dirección hacia dónde quiere ir: la corrección política. Hablar de feminismo en cine hoy en día es más una banalidad de mercado que una necesidad social, política y cultural. Es decir, ¿Qué queda de la película si lo único que se pretende es transmitir un panfleto cursi de ideas impostadas que ni llegan a la militancia tan necesaria hoy en día? Películas de directores como James Cameron llevaron a mejor puerto treinta años atrás el discurso sobre la mujer fuerte, independiente y que representa el futuro de la raza humana, sin dejar de ser obras maestras.
En Bienvenidos a Marwen hay frases tan subrayadas en sus intenciones que rozan el ridículo. Líneas como:” ¡Las mujeres son el futuro!” nos obligan a tomarnos esta obra para la chacota. Principalmente si necesitan gritarla y subrayarla, como si nosotros espectadores no entendiéramos de qué quiere hablarnos Bob. El símbolo, que más que símbolo se vuelve una alegoría, en relación al fetiche del protagonista por usar zapatos de mujer no tiene justificación. Otra cosa: la mujer en todo caso es vista como objeto. El personaje de Mark las vuelve ese objeto, unas muñecas a las que él domina en su mundo, en sus fantasías, y lo que es peor, no respeta el physique du role de sus musas (la gordita deja de serlo para convertirse en una femme fatale tallada en… plástico, por ejemplo). Bienvenidos a Marwen sorprende porque el cine de Bob en cierto sentido parece clausurado, aun cuando haya intenciones de que sus constantes salten a la vista. Son tan forzadas la puesta, las ideas, las intenciones discursivas, que necesita ponernos un juguete del DeLorean en la casa de Mark para que sepamos a quién pertenece esta tontería. Como si nadie en este mundo tuviera uno en su casa…