Las cosas no andan muy bien para Lucía (Constanza Cardillo). La joven tiene un embarazo que a duras penas le permite caminar y vive en una cabaña alejada en medio del bosque con su abuela (Marta Lubos), una anciana que hace del misterio una manera de habitar el mundo. Si bien no se lleva muy bien con ella, el asunto empeora cuando se instale en la casa del padre de su hijo, un despiadado líder de una banda de metal, apodado El Monje Negro, que además de música hace ritos satánicos. No hay que ser un genio para imaginar el peligro que corren Lucía y su embarazo.
Si la premisa suena a cine de explotación, se debe a que Bienvenidos al infierno se encuadra orgullosamente dentro de ese cine de bajo presupuesto y más preocupado por asustar e inquietar que por construir una trama coherente. La realizadora Jimena Monteoliva (la misma de Matar al dragón y la muy buena Clementina) recurre a una estética setentosa –ver las letras de los títulos y las imágenes granuladas que las acompañan– para este violento e inquietante thriller claustrofóbico en cuyos pliegues se cuela un potente alegato sobre la empoderación femenina.