La directora de «Clementina» y «Matar al Dragón» sigue apostando al cine de género con su más reciente trabajo, una película de terror bastante interesante que aglutina heavy metal, un culto satánico y grandes cantidades de hemoglobina.
Jimena Monteoliva vuelve a dar que hablar con una historia pequeña pero muy bien narrada y ejecutada. Se trata de «Bienvenidos al Infierno», un largometraje que nos presenta a Lucía (Constanza Cardillo), una joven que vive recluida en una cabaña en el medio del bosque. Allí convive con su abuela (Marta Lubos), una misteriosa y sombría anciana muda. Al parecer la joven llega a aquella apartada ubicación escapando de su ex pareja «El Monje Negro» (Demián Salomón), el oscuro líder de una banda de black metal y padre del hijo que espera. Lucía deberá luchar por su vida y la de su familia cuando El Monje y sus secuaces vayan a buscarla.
La película que posee una trama bastante sencilla pero efectiva, se beneficia de una estructura narrativa que combina el pasado con el presente, revelando poco a poco al espectador los acontecimientos que desembocaron en la actualidad de la protagonista y su vida alejada. Esto motiva el suspense y hace avanzar la trama a paso firme, logrando un buen ritmo y una intriga constante que no dará respiro a la audiencia. Esto sumado a temáticas actuales que son tratadas con extremo cuidado (violencia de género y femicidios, entre varias otras cuestiones), invitando a la reflexión, hacen que la película no solo sea sumamente entretenida, sino que aporte un extra como suele pasar con varios nombres destacados dentro del género. Monteoliva hace un excelente trabajo desde la dirección y también desde el guion que coescribió junto a Camilo de Cabo y Nicanor Loreti, este último también oficia de productor asociado y aporta su experiencia dentro del cine de género nacional. También cabe destacar la música de Demián Rugna (director de «Aterrados») que contribuye a la atmósfera opresiva del relato con sus melodías de metal duro y altisonante.
«Bienvenidos al Infierno» combina el terror real con el fantástico y un clima de tensión avasallante producto de su narrativa no lineal o cronológica. Un relato que aglutina black metal, cruces invertidas, seres demoniacos y una secta satánica sedienta de sangre, sin dejar de lado un espacio para el comentario social. Todas cosas que suenan familiares pero que nunca se habían presentado de esta forma dentro del cine nacional.