-¿Qué mujeres artistas conoce?- le pregunta una entrevistadora a los transeúntes en la puerta de un Museo en Estados Unidos
- Frida Kahlo?-, balbucea alguno-, -Frida Kahlo-, dice otro.
Los que se animan, contestan lo mismo. Frida parece ser la única artista mujer que la gente recuerda en una encuesta callejera. Bien por el arte mexicano.
Difícil pregunta, una pregunta tan simple. -¿Qué mujeres artistas conoce?- Lo dificil, claro, es acertar con una respuesta express.
Esta encuesta aparece en el excelente y poco conocido documental Woman Art Revolution (2011) de Lynn Hershman Leeson que registra con fidelidad de historiador la lucha de las artistas mujeres estadounidenses a lo largo de los últimos 50 años. El lugar de visibilizacion y el estado de activismo permanente para ser reconocidas, ocupar un lugar en los Museos, las galerías, o el Mercado. Vamos a hacer pronto una nota sobre este documental en particular. Ahora, sólo quería mencionarlo, porque despues de ver Big Eyes de Tim Burton, que pronto se estrena en Buenos Aires, una ficción sobre otra artista mujer, esta vez norteamericana, llamada Margaret Keane, la coordenada entre uno y otro queda dentro de una lógica: las artistas mujeres pueden ser el tema de un buen documental o de una mala ficción.
Tim Burton es un director que admiro. Joven manos de tijeras, Ed Wood, La leyenda del jinete sin cabeza o Charlie, o la fabrica de chocolate están en la cumbre de un estilo dificil de comparar. Creativo, de una cultura cinematográfica y literaria tales como para que por ejemplo su versión de Batman (personaje que parecía agotado) se destaque por su particular visión del mundo goticista romántico en cruce con lo televisivo, y termina siendo una de las películas más notables de toda la larga lista que le siguieron. Tim Burton hizo películas notables.
Mientras miraba Big Eyes, me preguntaba qué había de Burton ahí. El niño terrible del cine autoral de los ´90 desplegando un mundo de plástico en un formato de plástico. Un día despues, viendo Woman Art Revolution, me preguntaba qué había ahí de Margaret Keane, esa artista del american way of life, con sus posters de los niños de ojos grandes. En Big Eyes toda esa cultura fílmica incluso la de los mass media, de los comics, el mundo del cine animado cae a pedazos frente a su poca noción del mundo del arte.
Big Eyes es un film displiscente, cómodo, de pincelada gruesa, que no eleva preguntas, que engaña con su mundo de colores pasteles, (un registro policromo usualmente elegido por Burton), y su historia naif. Un film que exalta el mercado por sobre los artistas. No gratuitamente lo primero que vemos es una produccion seriada de las máquinas imprimiendo afiches, uno detrás de otro, el mismo afiche. “Big Eyes” además del titulo de la pelicula, es un estilo inventado precisamente por el mercado para dar nombre al estilo “inventado?” por esta artista ilustradora norteamericana, nacida en 1927.
La película está narrada por una voz que Burton luego abandona, la del periodista que se presenta a sí mismo como alguien “que inventa cosas para ganarse la vida”. Quizas asaltado por la revelación superior de una narracción que le deja a los ojos de Margaret. El éxito comercial que aún hoy tiene la obra de Keane necesita una justificación, de la que claramente se encarga una frase de Andy Warhol expuesta al comienzo de la pelicula a modo de declaración de principios: “si su pintura no fuera buena, no le gustaría a tanta gente”.
Esa pérdida de la voz narradora inicial es la primera caída en terreno barroso, la segunda es una caída moral: el mercado lo justifica todo. También perder la identidad, regalar la firma y esconder la autoría. O sea, una estafa.
Porque Walter Keane es un estafador, aunque tampoco queda muy claro por qué termina siéndolo, y esto es un déficil importante del guión. Margaret tambien lo es. La esclava que pinta a escondidas, encerrada en su taller para que su marido aparezca firmando sus obras y puedan ser vendidas. 10 años de dudas y de tormentos internos se toma Margaret para decidirse a diferenciarse. Para ello el film necesita una escena de violencia para la que el diseño del personaje encantador de Christophe Waltz, no nos venía preparando. Otro problema de guión. Frustración por no poder ser un pintor, el sueño del americano que no puede llegar a Paris?
Frases rimbombantes también acompañan este apastelamiento general de lo que resulta ser una película fallida de un Burton incómodo: “los 50 fueron tiempos muy hermosos, pero para los hombres” de la voz inicial o la del crítico que interpreta Terence Stamp cuando dice que el arte de Walter Keane explica por qué la sociedad necesita a los críticos”.
Falacia tras falacia,´obviedad tras obviedad, otro producto falso donde no hay otra cosa que un mercado victorioso en el que lo que nunca se pierde es justamente eso: dinero.