Ojos grandes... para verte peor
Con menos excesos en el diseño de producción de varias de sus películas anteriores, Tim Burton realiza este biopic sobre el matrimonio de Margaret y Walter Keane que no se aleja de una mera ilustración de un paisaje de época.
Se le podía exigir a Tim Burton que siguiera haciendo grandes películas como las de los inicios hasta los años de El gran pez? Sí, porque se trataba de uno de los directores más importantes de ese entonces, que hasta llegó a ser calificado por la revista Cahiers du Cinema como uno de los "cineastas del siglo XXI". ¿Se le puede pedir a Burton algo más luego de la discreta Big Eyes y después de una obra reciente poco original y ya parecida al conservadurismo de su ex odiado Walt Disney? Con menos excesos en el diseño de producción y en el cotillón visual que asfixiaba a Charlie y la fábrica de chocolate, Sweeney Todd, Sombras tenebrosas y Alicia en país de las maravillas, cuatro títulos olvidables que corroboraban las pocas ideas de Burton luego de su gloriosa primera década, Big Eyes mira a aquel Batman pop y oscuro y a la irrepetible Ed Wood con cierta confianza pero sin jugársela demasiado, como si el director solo se conformara con espiar su casi fenecido talento de antaño. Del biopic sobre el matrimonio de Margaret y Walter Keane, artistas de los años '50-'60 caracterizado por la bohemia de esos años y la supervivencia diaria, pueden rescatarse algunas cuestiones y cargar con furia en otras a las que Burton pareció no darle demasiada importancia. La reconstrucción de época, las actuaciones que bordean la parodia (en este punto, la performance de Waltz está a un paso del ridículo) y la tensa y simpática relación de la pareja, funcionan como puntos a favor. En oposición, Burton no se aleja de una mera ilustración visual de un paisaje y de un marco de época determinado con una pareja de artistas como protagonista, aunque la historia confirmaría que Margaret era quien pintaba esos rostros de ojos enormes y no el verborrágico esposo. Ocurre que Big Eyes es un film sin riesgos, sostenido en un par de escenas y en la empatía de la pareja central. Entonces, ¿desde qué lugar mira Burton a su historia y a sus personajes? Allí está el problema más grave de la película: el desinterés que muestra el director en aquello que cuenta, como si observara desde un lugar incómodo, de poco o nulo compromiso por los Keane.
Lineal y aferrada a un guión más que a sus delirios y desbordes visuales, el último opus de Burton no molesta como sus recientes películas pero queda muy lejos de aquella muerte del Pingüino que encarnaba Danny De Vito en Batman vuelve o de la fiesta juntos a las reses y los mariachis de la troupe de freaks que encabezara Ed Wood. Lo mejor que se puede decir sobre Big Eyes es que está por encima de varios títulos del director, en tanto, lo peor es que se trata de una película poco personal, liviana y de inmediato olvido.