En Big Eyes Tim Burton abandonó los mundos de fantasía y escenarios góticos, con los que suelen estar asociados sus proyectos, para narrar la historia real de la pintora Margaret Keane.
Una artista que tuvo notoriedad en los años ´60 por sus cuadros con niños tristes y ojos enormes, que llegaron a ser bastante populares en su momento y tuvieron una influencia destacada en las producciones de Burton dentro del género de animación. El diseño de los personajes que aparecían en El extraño mundo de Jack y El cuerpo de la novia remitían bastante a los trabajos de Keane.
Inclusive las Chicas Superpoderosas de Craig McCracken estuvieron inspiradas en estos retratos que llegaron a fascinar a los norteamericanos.
Durante muchos años el esposo de la artista, Walter Keane, se adjudicó la autoría de sus obras hasta que la mujer lo demandó en un famoso litigio judicial que acaparó la atención de todos los medios de prensa.
El nuevo trabajo de Burton se centra en el origen de este conflicto y su principal atracción pasa por las interpretaciones de los dos protagonistas y la fotografía de Bruno Delbonnel (Amelie), quien colaboró por segunda vez con el director después de su labor en Sombras tenebrosas.
Amy Adams vuelve a demostrar la enorme versatilidad que tiene como actriz y en este caso se luce en el rol de Margaret Keane, una mujer que tuvo que luchar para conseguir su independencia creativa en una sociedad extremadamente machista como la que predominaba en los Estados Unidos a fines de los años ´50 y mediados de los ´60.
Por su parte, Christoph Waltz domina sin problemas el rol del hombre malvado e inescrupuloso que trabajó en otras películas y ya está empezando a cansar.
Aunque Big Eyes cuenta con el guión de Scott Alexander y Larry Karaszewski, la dupla responsable de Ed Wood (una de las grandes joyas de Tim Burton), la película sorprende por la superficialidad con la que se trataron temas interesantes que merecían un poco más de espacio en el argumento .
Todo el contexto social en el que se desarrolló el caso de Margaret Keane se abordó sin demasiada profundidad y el film se centra en la anécdota del litigio entre el matrimonio.
Nunca se explora la vida de la pintora antes de conocer a su marido, cómo se convirtió en artista, la fuente de inspiración de sus obras o la fascinación que tenía con esos personajes de ojos tristes que la hicieron famosa.
Hay un montón de incógnitas relacionadas con la vida de esta mujer que en la película quedaron en la nada.
Salvo por la escena en que Amy Adams se encuentra en un supermercado y empieza a observar al resto de los clientes como los personajes de sus pinturas, el estilo personal de Burton para narrar historias brilla por su ausencia.
Big Eyes resultó por lejos la película más aséptica, impersonal y desapasionada de su filmografía.
Toda la reconstrucción de los años ´60 está muy bien lograda, hay una linda fotografía y buenos actores, pero el film nunca llega a ser emocionante pese a que los hechos reales tenía los condimentos necesarios para abordar este conflicto con una mayor sensibilidad.
Para tratarse de un artista que supo brindar películas creativas con elementos transgresores que iban a contramano de la industria Hollywoodense, este tipo de filmes correctos y desganados que presenta Burton en la actualidad dejan cierto sabor amargo.
Pasaron 12 años de Un gran pez, la última gran historia de su filmografía, y desde entonces el alma y corazón que tenían sus trabajos se fue desvaneciendo con el paso del tiempo.
Big Eyes es una película correcta y entretenida pero queda en el olvido después de su visión, algo que no solía ocurrir con las obras de este director.