Big Eyes: Una historia real, aunque usted no lo crea
La historia de la artista Margaret Keane es muy peculiar. Durante décadas su segundo marido, Walter, se atribuyó la autoría de sus famosos cuadros de niños de ojos grandes llenos de tristeza. Como ella los firmaba "Keane", y Walter el único talento que tenía era venderse muy bien así mismo, la gente interpretó que las obras eran suyas. La obra de Margaret se hizo extremadamente popular en la década del sesenta: aparecieron en revistas muy importantes, las celebridades del momento pedían hacerse retratos con su estilo y tuvieron una campaña de marketing esplendorosa.
Con el tiempo la artista se fue recluyendo más y más en su hogar, triste además al saber de la estafa que cometía su esposo. Esto duró más de una década hasta que decidió abandonar a su marido y reclamar por los derechos sobre sus cuadros. Esta batalla fue larguísima: Margaret declaraba a quien quisiera escucharla que ella era la verdadera autora de los cuadros y Walter no decía nada. Finalmente en 1986 lo demandó a él y al diario USA Today por un artículo en el cual afirmaban que las obras eran creación exclusiva de Walter Keane. Por fin, el jurado falló a su favor y le permitió firmar sus obras como Keane y condenó a su ex esposo a pagarle 4 millones de dólares. Ahora esta increíble, pero real, historia llega a la pantalla grande de la mano de Tim Burton con Big Eyes - Retratos de una Mentira.
La película comienza mostrándonos a Margaret (Amy Adams) yéndose de su hogar junto con su hija, dejando atrás un matrimonio desastroso. Y continúa mostrándonos su intento por comenzar una nueva vida, cómo conoce a Walter Keane (Christoph Waltz), su casamiento y el suceso de hechos que se dieron para una de las estafas de arte más importantes de la historia. Sin dudas, esta biopic es sólida, correcta y no depara muchas más sorpresas de la historia que contamos al principio. Lo que sorprende, y bastante, es que este filme, ni por temática ni por estilo visual, parece del director Tim Burton. Y eso es algo que sorprende.
Burton es fan de la obra de Keane, incluso tiene una gran colección de pinturas y retratos hechos por la artista de su ex mujer Helena Bonham Carter y de su chihuahua. Pero, y perdonando la insistencia, no es el típico filme del director. Sobrevuela sí un aire burtoniano y podría decirse que hay una identificación con el realizador. Así como Margaret Keane se siente oprimida por su obra (algo que se muestra en algunas escenas) y decide cambiar de estilo para poder respirar, existe este paralelismo con Burton. Sus largometrajes son siempre esperados y, últimamente, también muy criticados. Tal vez el director se cansó y ahora pruebe con algo distinto. Lo cierto es que es la primera película desde ¡Marcianos al Ataque! en que no utiliza ni a Bonham Carter ni a Johnny Depp, y en la que tampoco actúa, ni siquiera en papeles secundarios, algún actor de su gusto. Detalles curiosos. Se verá qué pasa.
Vale destacar la actuación de Adams, que se ganó un Globo de Oro, y podemos perdonarle a Waltz sus excesos con el personaje que le toca.
Por lo demás, estamos ante un largometraje previsible y sin demasiadas vueltas que quedará como un quiebre en la filmografía de Tim Burton. Dato: en la escena en donde ambos pintan en el parque, la viejita que se ve detrás en la escena leyendo un libro es la verdadera Margaret Keane. Tengan los ojos bien abiertos, y no se la van a perder.