Algo anda pasando últimamente con Tim Burton, uno de los grandes realizadores de las últimas décadas y definitivamente una persona con un mundo propio. Sin embargo sus películas, al menos desde “Alicia en el País de las Maravillas” en adelante, con excepción de “Frankenweenie”, parecen forzadas, incómodas, como si los temas que toca le fueran impuestos y no los eligiera él. Hay momentos donde aún se notan el brío y el brillo, pero no conforman toda una película. “Big Eyes” está bastante más cerca de sus buenas películas: se trata de la historia (real) de una mujer que comienza a pintar y de su esposo, que toma sus obras y las hace pasar por propias para hacer dinero. El juego de opuestos entre Amy Adams y Christoph Waltz funciona muy bien, y la película en sí misma es de un sabor agridulce que parece reflejar de modo muy preciso el estado de ánimo del director.