Lo tuyo es mío
Un personaje ingenuo, la mentira y la traición: tres ejes que Tim Burton maneja como pocos autores.
Margaret -luego Keane- tiene muchos puntos en común con varios de los protagonistas de las películas de Tim Burton. Lo primero que se aprecia en esta pintora es su ingenuidad. Mezcla del Joven Manos de tijera y Jack Skellington, no ven o no creen en el Mal con mayúsculas, y no entienden que lo que les hacen -si los engañan, les mienten o les causan dolor- es para beneficio ajeno.
El asunto aquí es que Margaret no surgió de la imaginación de Burton, sino que aún vive, su historia es real y fue víctima -y partícipe- de un fraude colosal en el mundo del arte.
Ingenua o poco precavida, fácil de engañar y poco decidida, Margaret dejó que su segundo esposo, Keane, se apropiara de sus trabajos y los hiciera pasar como propios. Sus pinturas reflejan niños con grandes ojos tristones la mayoría de las veces, algo que obedecía a su infancia desdichada. Ella “confiaba en los ojos de los demás”, veía y volcaba en esos ojazos sus emociones y sentimientos; Margaret es de las que dicen que “los ojos son las ventanas del alma”.
Pues parece que Margaret, como decíamos al comienzo, no ve el mal aunque sí otras cosas en los otros, porque se dejó llevar por el embelesamiento y lo embaucador que resultó su esposo, que nunca agarró un pincel e intentaba vender como podía sus pinturas de las calles de París. Gran charlatán y aprovechador, Keane llegó a engatusar a figuras de Hollywood y venderle los cuadros de su esposa como si fuesen propios.
La mentira -y la traición- son temas que le interesan a Burton. Y aquí, cuando el ovillo se vaya haciendo más y más grande, será imposible para Keane desmadejarlo.
Keane bien pudo haber sido interpretado por Johnny Depp, alter ego de Burton durante mucho tiempo. Y Christoph Waltz, al encarnar al personaje, parece tomarle prestado algunos tics, que aquí parecen sobreactuados, sobre todo cuando la película pega un volantazo hacia el disparate. Como pasa con las películas de Woody Allen, cuando el neoyorquino no tiene el rol protagónico, y carga a su actor con sus modismos y actitudes gestuales. Es Amy Adams quien, desde la cordura y lo aplacada que es Margaret, empieza -y termina- ganándose la simpatía del espectador.
Visualmente el filme es un Burton, pero sin estridencias. Entiéndase: la dirección de arte no es kitsch, ni sobrecargada, ni expresionista, los paisajes por los que comienza a desandar el filme parecen pintados, y la música de Danny Elfman complementa y acompaña como en sus mejores intervenciones con Burton.
Un elenco de notables (Danny Huston, Jon Polito, Terence Stamp) completa la primera plana de esta película con la que Burton vuelve a hablar de lo que le gusta, pero sin fuegos de artificio.