Bigli toma como punto de partida un cuento escrito por su realizador, Nicolás Tacconi, quien adaptó su propio relato junto a los guionistas Nicolás Gueilburt y Dodi Scheuer para su flamante largometraje. Esa historia de origen de su film explica algunos de sus traspiés, como la inclusión de algunas escenas que no contribuyen narrativamente ni tampoco funcionan a nivel visual. Por el contrario, se sienten arbitrarias en una película breve que se hubiese beneficiado de un mejor desarrollo de su personaje principal, Bigli, interpretado por un perfecto Luis Luque, un hombre a la deriva que sigue en duelo por la muerte de su esposa y lidia con la pérdida a través del alcohol, diatribas y caminatas sin rumbo.
Este retrato de un hombre errante tiene su punto de inflexión cuando la sobrina de Bigli le comparte una noticia impulsada por la empatía que siente por su tío y su deseo de ser escuchada. El sentirse necesitado es lo que saca del limbo al protagonista, un lugar común al que la película le otorga personalidad gracias a la interpretación de Luque y a la naturalidad de los jóvenes Laura Grandinetti y Rocco Posca.
Sobre el final, el largometraje de Tacconi vira innecesariamente hacia el thriller cuando estaba cimentando una buena historia intimista que se pierde en pos de querer generar un clímax disonante con el tono que venía manejando. Así, el cruce de géneros perjudica a un film que parecía enfocado, si bien con ciertas intermitencias.