De qué hablamos cuando hablamos de fama
“La popularidad es la prima barata del prestigio” suelta Mike Shiner (Edward Norton) en una de las mejores líneas de la película. Ésta es una de las principales premisas en torno a la cual gira el argumento de “Birdman“: Fama, éxito, fracaso y felicidad son relativizados con maestría en esta historia dirigida por el mexicano Alejandro González Iñárritu.
Escrita por él mismo junto al equipo de argentinos Armando Bo y Nicolás Giacobone y al dramaturgo teatral Alexander Dinelaris, desde el comienzo de los títulos queda clara la visión que subyace tras estos cuestionamientos y cuál es la única respuesta posible, pero sus trágicos protagonistas no tienen ni la más mínima pista.
En el afán por trascender su imagen de actor pochoclero venido a menos, Riggan Thompson (Michael Keaton) lo arriesga todo para despegarse del infame estatus de celebrity y convertirse en un artista respetado, escribiendo y dirigiendo una osada adaptación teatral que él mismo protagonizará.
La crítica juega un papel fundamental para el futuro de Riggan y su obra, aún más que la reacción del público o de sus propios colegas. Es casi irónico que una buena parte de la crítica y el público de esta película la denuesten, calificándola de “aburrida” o “pretenciosa“. Para merecer semejante adjetivo, tendría que intentar ser más de lo que en realidad es. Sin embargo, Birdman es todo lo que quiere ser: una sátira aguda, autocrítica, bien escrita, genialmente actuada y técnicamente impecable.
Habiendo ya paseado por varios festivales de cine y vista en casi todo el mundo mucho antes que en nuestro país, su gran repercusión se debe a que tiene la cualidad de despertar pasiones: se la ama o se la odia.
La crisis existencial de Riggan es tan realista -aún con sus delirios- que nos sacude y nos transporta muy dentro de la pantalla. Las actuaciones que nos brindan cada uno de los personajes secundarios se complementan a la perfección, pintando un cuadro de humor negro y crudo análisis de la industria. Acompañada por la inquietante banda sonora y la irritante voz del superyó del protagonista (la voz de Birdman) se va creando un clima que moviliza al espectador a cada segundo.
Es ahí donde reside una de las más grandes virtudes del film: la de crear sensaciones todo el tiempo, estremecer, identificarnos con uno y otro personaje alternativamente y encariñarnos con todos, a la vez que nos reímos de ellos y de nosotros mismos como espectadores. Hacernos reflexionar, que es la función principal del arte en todas sus formas.
El efecto completo se termina de lograr con las bellísimas escenas producto de una cuidada cinematografía: proezas técnicas como los larguísimos planos secuencia, que con ritmo frenético nos permiten recorrer la intimidad del teatro y sus integrantes. Trucos de cámara frente a los espejos, grandes elementos cargados de simbolismo dentro de esta historia. Primeros planos que juegan un papel fundamental a la hora de los monólogos, y logradas escenas en locaciones reales (algunas con gente ajena al elenco). Incluso los efectos visuales generados por computadora son impresionantes, como si los necesitáramos.
Todo en esta película es amor al detalle, todo es adrede y busca causarnos sensaciones, remitirnos a algo que ya conocemos, homenajear y criticar al mismo tiempo: desde el subtítulo y el incómodo paréntesis, hasta la elección del reparto.
Lo cual nos lleva a la obviedad de la relación Birdman/Batman con respecto a la carrera de Michael Keaton. Mucho se ha dicho sobre la autorreferencialidad del protagónico, que no hubiera funcionado de igual manera sin el chiste implícito. Pero Keaton negó en reiteradas oportunidades el identificarse con su papel, e incluso Iñárritú declaró en una entrevista que era en realidad su propio ego descontrolado lo que había inspirado el personaje de Riggan.
Casualmente -o no- dos de los principales actores secundarios también trabajaron en adaptaciones (bastante fallidas) de superhéroes de cómics a la pantalla grande: Edward Norton como Hulk y Emma Stone como Gwen, la novia de Peter Parker (“El Sorprendente Hombre Araña”). A su vez, Zach Galifianakis casi se encasilla como el gordito torpe de la trilogía “Qué pasó ayer?” y prácticamente el mismo papel en “Due Date”. Si nos ponemos en inquisidores, todos los artistas involucrados de esta película pueden estar referenciando y/o parodiando sus propias carreras.
Pero más allá del chiste para la industria y para el cinéfilo, la naturaleza estremecedora de Birdman habla por sí sola y nos invita a verla y disfrutarla más de una vez.