LA INESPERADA VIRTUD DE IÑÁRRITU
Riggan Thompson camina por los pasillos de un teatro neoyorquino. La cámara lo sigue persistente. No se aleja, no corta. Riggan esquiva actores, asistentes y demás personas. Casi que huye por los recovecos asfixiantes del lugar. Ya en su camerino, intenta callar la voz dentro de su cabeza. No puede huir de sí mismo. Aquella voz penetrante lo llama a volver a la grandeza del espectáculo de masas. Desde el interior del atribulado actor, su alter-ego Birdman clama por salir a la superficie, por reconquistar la gloria. El único impedimento es el mismo Riggan, quién se niega a usar un disfraz de superhéroe nuevamente. La cámara se mantiene sobre el hombre, observa desde un lugar privilegiado su discusión interna. El plano sostenido permite al espectador adentrarse en la mente conflictuada del protagonista y presenciar la manifestación de los poderes de Birdman, que desaparecen al irrumpir un nuevo personaje a la escena.
Esto podría funcionar como punto de partida para el análisis de uno de los elementos más significativos de BIRDMAN (O LA INESPERADA VIRTUD DE LA IGNORANCIA) (2014), de Alejandro González Iñárritu. La elección del (falso) plano secuencia para narrar la historia dota de una fuerte identidad al último film del director mexicano, a la vez que potencian las emociones contenidas en el relato. Las escenas cobran vigor al realizarse en un único plano sostenido y la tensión general de la película se ve potenciada. Esto se refuerza también por la decisión de Iñárritu de enclaustrar la historia dentro de un teatro, donde los personajes, la cámara y, por tanto, los espectadores están atrapados. Los personajes logran salir en contadas ocasiones del edificio. Ellos respiran, al igual que nosotros, antes de ser devueltos al torbellino interior de ese lugar oscuro y misterioso en que se convierte el detrás de escena del teatro neoyorquino.
El guion, escrito a cuatro manos por Iñárritu, Armando Bó, Nicolás Giacobone y Alexander Dinelaris Jr., decide no enfocar la historia únicamente en Riggan. Un grupo de personajes geniales secundan al protagonista en su búsqueda de la elevación artística. Cada cual aporta su pequeña historia, su cuota de miserias humanas. Un grupo de descastados que sigue al ex superhéroe en su intento de adaptar un cuento de Raymond Carver al teatro, de manera exitosa. El abanico de personajes (interpretados de manera brillante por un casting de lujo) refuerza el dispositivo del plano sostenido, al darle movilidad. La cámara alterna entre unos y otros, se aleja de Riggan para seguir los caminos de los que lo rodean. Esta decisión devela secretos al espectador, al tiempo que nos oculta caprichosamente otros. La trama se va construyendo a medida que la cámara móvil descubre el mundo interno de los personajes para nosotros.
El punto en contra del falso plano secuencia es que, por momentos, la historia parece ceñirse a la necesidad técnica, con lo cual ésta deja de ser "invisible". Algunas transiciones de tiempo (del día a la noche, por ejemplo) se sienten forzadas. Quizás un par de cortes no habrían incidido mayormente en la película, lo que despierta la duda (al menos en mí) de si el uso de este falso plano secuencia no responde más a la búsqueda de elogios y premios que a la de una narración más fluida.
La película sigue el periplo de Riggan Thompson (encarnado de manera brillante por el ex Batman, Michael Keaton), un viejo actor de cine, famoso por haber interpretado al superhéroe Birdman, en su alejamiento del entretenimiento popular y la búsqueda de la fama en el mundo del teatro. Dentro de esta premisa están contenidos los dos grandes temas abordados durante el film (aunque, con mayor desarrollo en uno que en el otro). El foco está puesto en la lucha interna de Riggan con su propio ego, con su concepción del arte de la actuación, que se refleja a gran escala en la discusión del entretenimiento de masas (el cine) enfrentado a las formas artísticas más elevadas (el teatro). Si bien, en el trasfondo de la historia puede verse este enfrentamiento, es innegable que pierde protagonismo en el guion frente al conflicto interno del protagonista. En este sentido, algunos elementos quedan minimizados y tratados de manera casi arquetípica. El actor problemático (genial Edward Norton, interpretándose a sí mismo quizás), la crítica de teatro cínica y amargada, el público como masa uniforme y manejable. La película decide no profundizar demasiado sobre ellos. Sus historias nos son develadas, pero quedan opacadas frente a la construcción dramática de Riggan y su alter ego, Birdman.
Debo admitir que Iñárritu nunca fue santo de mi devoción. Sus películas solían despertar una profunda apatía en mí. En esta oportunidad por el contrario, la temática elegida, el tratamiento estético utilizado, los actores involucrados y los participantes en el guion, despertaron todo mi interés. Y definitivamente no fui decepcionado. BIRDMAN está a la altura de lo que se propone y se convierte en una de las películas más interesantes de las ternadas para el Oscar a Mejor Película. El film invita a las múltiples interpretaciones, al debate y la discusión cinéfila. No se encasilla en un único mensaje (aunque la visión de Iñárritu sobre el cine hollywoodense y los superhéroes están muy presentes) y abre el juego a los espectadores, para que estos completen la historia desde su propia percepción. BIRDMAN llegó sin mucho ruido y se ubicó en los lugares altos de las películas de año. Bien merecido lo tiene.