Un guión verborrágico y acelerado, un elenco de grandes actores donde todos hacen valer su condición de “estrellas” (porque no dejan de brillar en toda la película) y un apartado técnico magnifico del que sobresalen la fotografía de Emmanuel Lubezki y la original banda sonora de Antonio Sanchez, son los ingredientes perfectos para acompañar este glorioso desembarco de Iñárritu en la comedia negra.
Riggan Thomas (un sublime trabajo de Michael Keaton) es un actor reconocido en todo el mundo por haberse calzado hace ya un tiempo el traje de “Birdman” para protagonizar una exitosa trilogía de acción basada en las aventuras de ese superhéroe. No obstante, esos años ya pasaron y Riggan busca desesperadamente volver a ser una figura reconocida dentro del mundo del entretenimiento, solo que esta vez quiere posicionarse entre los talentosos del medio. Para eso no tiene mejor idea que montar una obra de teatro en Broadway basada en la obra de “What We Talk About When We Talk About Love” de Raymond Carver junto a un grupo amorfo de talentosos actores, la ayuda de un productor desesperado y el apoyo poco convencional de su hija y su ex esposa.
Junto a la impecable actuación de Keaton se encuentran los excelentes trabajos de Edward Norton, Naomi Watts, Andrea Riseborough, Emma Stone y Zach Galifianakis, quienes en igual medida aportan su talento para convertir al nuevo trabajo de Iñárritu (y pensar que lo vimos dirigir dramones del calibre de “21 gramos” u “Babel”) en una comedia muy ácida y vertiginosa que reflexiona sobre los inalcanzables límites de la estupidez humana cuando se encuentra fomentada por la necesidad de ser iluminada por las luces del éxito.
Con una cámara incapaz de quedarse quieta, y que a su vez ofrece unos planos secuencia que son una delicia para el buen paladar del cine (y un dolor de cabeza para aquellos valientes que se animan a trabajar con ella), Iñárritu recorre los pasillos del teatro donde tiene lugar la obra y aprovecha todos y cada uno de los deliciosos momentos tragicómicos que ofrece el guión escrito junto a Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris y el argentino Armando Bo para brindar escenas gloriosas.
Por ejemplo, la primera escena que tienen juntos Keaton y Norton en la historia es uno de esos momentos gloriosos del cine que pagan por completo la entrada de la película. Incluso si no te consideras un fanático de esta clase de propuestas, toda esa secuencia te deja con la mandíbula por el piso y te saca más de una carcajada.
Lo maravilloso del nuevo trabajo de Iñárritu es que, siguiendo la línea de sus producciones anteriores, sus personajes son tan amplios y ricos en contenido que en ningún momento la propuesta resuelta aburrida o redundante ya que siempre encuentra una ventana abierta por donde “literalmente” puede arrojarse al vacío y salir volando hacia otras aguas.
Que ese dialogo intrapersonal constante con el que vive Riggan Thomas, el cual se ve reflejado como una discusión entre un hombre abatido y otro disfrazado de superhéroe, termine en una de las escenas más psicodélicas del 2014 es magnífico. Magia pura. Y de eso se trata el cine.
“Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia)” es una propuesta apabullante por donde se la mire. Una de esas obras, o mejor dicho, uno de esos obsequios no perecederos que el cine suele regalarnos muy de vez en cuando.