Soy Batman, corrección, Birdman…
Este film fue concebido inexplicablemente por Alejandro González Iñárritu, un director que personalmente no banco, al igual que muchos otros. En Birdman algo se fue de sus manos, tal vez producto de la conjunción con un nuevo grupo de guionistas, el tratar distintas temáticas o el hecho de no caer reiterativamente en el golpe bajo, como en otros de sus proyectos.
Aquí Iñárritu, con salvedades, construye un personaje fascinante, el de Riggan (Michael Keaton). La película juega con el parecido evidente entre Birdman y Batman: superhéroe de acción, con secuelas varias, y un actor detrás olvidado luego de haber llegado al pico de su carrera gracias a este personaje. Al igual que en la realidad, el personaje de Birdman/ Batman se comió al del actor Riggan/ Keaton, y esta es una de las premisas más interesantes que tiene el film para mostrar y desarrollar.
Atrás quedan otras posturas, o lo que Iñárritu tiene para decir sobre el cine actual. Que Broadway está en decadencia no es novedad, que se busca a actores de Hollywood para encarar roles allí y así atraer a mayor cantidad de adinerados turistas para ver las obras tampoco. Ahora bien, la crítica sobre justamente la crítica profesional, y que actualmente el cine postmoderno, si vemos la taquilla anual, está constituida mayoritariamente por películas de superhéroes tampoco es mentira. Habría que hacer un largo análisis sobre estas cuestiones, si es lo que preferimos o lo que nos toca lamentablemente aceptar. El cine de superhéroes se ha constituido como un nuevo género dentro de la cinematografía mundial; films que, a través de un personaje disfrazado, sirven para desarrollar otros temas implícitamente, explícitamente o tocando bajito.
El ensamble de Birdman, si bien está integrado por un grupo de actores magníficos, siento que está muy desaprovechado. Con destellos fugaces, la pelea de egos entre Keaton y Norton es muy cómica, la participación de Watts también pasa desapercibida, así como las inverosímiles situaciones en las que se ve involucrada Stone.
El final del film, cosa que no contaremos, en cierta manera contradice lo que Iñárritu imprime en todo el largo, lamentablemente. Y es así como deseo al menos quedarme con el recuerdo de lo bueno de este film, que no es poco: el regreso de un muy buen actor a un protagónico principal, al que se animó a componer como si fuese su propia vida la que se estaba retratando. Con todas estas salvedades, estamos ante un film que parece no haber sido dirigido por el propio director. Una rareza, por demás disfrutable.