Verdad o consecuencia
Y ahí va Birdman, deambulando por su Universo Teatro en busca del éxito Sol. Éxito que puede pavonearse cual ave humana al desplegar frente a la cohorte obsecuente que viraliza cualquier estupidez en segundos. Segundos que tarda en vencer la ingravidez y a la par de un Ícaro ingenuo buscar ese ansiado y artificioso Sol éxito, para finalmente precipitarse como ese telón que baja en el último acto de una obra de teatro, baja la representación o la ficción de la vida para que suba la realidad o la ficción de la realidad.
¿Cuánto pesa la verdad? ¿ 21 gramos, igual que el alma? Y ¿el ego? es precisamente lo que nos hace vulnerables a la gravedad. En definitiva, se trata del despojo o de ese eterno trabajo de despojarse de todo lo que sobra para no cargar con tanto peso muerto.
Hace poco descubrí que para alcanzar el Nirvana no hace falta ser budista, sino simplemente comprar sus discos en Musimundo y ya está… bue… Y ahí va entonces Birdman con su actor a cuestas, monologando o discurriendo mientras se acerca al abismo por haber perdido la esencia, o tal vez el amor de una hija que, fiel al estereotipo, entró en las drogas por tener problemas con papá y ahora trabaja junto a papá para tenerlo más cerca y así poder destrozarlo con la honestidad que no reflejan los espejos, ni tampoco los monitores de televisión o pantallas HD cuando las celebrities dicen que son felices y anuncian proyectos serios o inspiradores que finalmente les servirán para crecer actoralmente y despojarse así de ese encasillamiento letal que atenta contra cualquier noble intento de autorrealización.
Y junto a Birdman, va Raymond Carver con su realismo sucio, que rompe adjetivos y adverbios con la misma fuerza que intenta hablar del amor absoluto un actor devenido superhéroe hollywoodense, que lo único que quiere es que lo amen en el crepúsculo de su vida. No hay Sol en el crepúsculo, pero puede haber verdad y si hay verdad hay libertad. Y con Carver, un guión a ocho manos retrucándolo todo, hablando de todo sin decir nada y por eso sus notables virtudes y defectos equiparan la balanza, a sabiendas que el caos se puede controlar si detrás de cámara dirige un perfeccionista, ególatra, cínico, que en su temprana infancia navegó por el mundo y conoció mucho de ese mundo imperfecto, áspero, descolorido, loco (perdón Carver por el exceso de adjetivos), que vivió Amores perros y seguramente sufrió tanto como un perro al ser abandonado por una mujer, y que luego optó por la música y el cine para probar suerte en la Babel hollywoodense.
Va un director ombliguista, quien cínicamente hizo una película sobre el ego; un mexicano que apela a la comedia negra para reírse de sí mismo y de la industria que lo utiliza y lo premia porque es rentable. La ecuación perfecta para que todos ganen, con elenco de lujo que conoce el paño celebrity y que en su mayoría formaron parte de proyectos comerciales inspirados en comics como por ejemplo Edward Norton con Hulk. Y junto al director, etiquetado por muchos de manierista, van el cine y el teatro, dos universos parecidos pero diferentes y un plano secuencia de 119 minutos tan artificioso como el agua que reemplaza al whisky en la representación teatral mientras la crítica todopoderosa espera con ansias ganar la batalla con 500 caracteres para no decir nada de nada.
¿Birdman es una megaproducción de un Superhéroe con poderes telequinéticos inspirado en un comic de los años 70 que llegara a la pantalla chica como dibujo animado?; ¿ Birdman es una comedia sardónica al estilo Robert Altman en La regla del juego que pone el ojo en el impostado mundillo de los actores y la industria del cine? ; ¿Birdman es acaso el retrato descarnado y cruel de un actor fracasado que busca redención en las artes serias o la lucha de un hombre analógico en la era digital? ; ¿Birdman es otro exabrupto de Alejandro González Iñárritu que vuelve a reflexionar sobre el sentido y la existencia en la incansable búsqueda por la autenticidad? Ahí va Birdman, con sus preguntas a cuestas, en busca del Éxito Sol y del último aplauso, segundos antes que descorra el telón.
Veanlá y saquen sus propias conclusiones.