Como te ven, te tratan...
Birdman es la obra de un artista, Alejandro González Iñárritu, que se abrió camino en Hollywood con sus obras oscuras, sus personajes desesperanzados y su cinismo. En Birdman el mexicano se vuelve más poético -es la mejor manera de entender y disfrutar las dos horas de la proyección- al hablar de la búsqueda de redención del protagonista, y también se saca varios puñales que siente (el protagonista y el realizador) le han clavado en su carrera.
Decimos que el sendero poético es clave en Birdman -esa mezcla de sátira al show business y al mundo de la actuación, a Hollywood, y a los críticos (y la lista sería tan larga como cada plano secuencia con que rodó el filme)- porque sino estaríamos hablando de la locura del protagonista. Algo de eso hay.
Riggan triunfó como actor en la trilogía del superhéroe Birdman, pero se bajó del exito. Y décadas después quiere redimirse, o reinventarse (esa es la palabra clave aquí), demostrándose a sí mismo y al público (y a los actores y a los críticos) que es un tipo con talento, adaptando, dirigiendo y protagonizando en su debut en Broadway una obra de Raymond Carver.
En fin, Riggan quiere que lo quieran.
Pero el protagonista tiene una relación en su cabeza con Birdman. Habla con él. No se lo puede sacar de encima (ni de adentro). No es su único problema, ya que Riggan no entabla relaciones sanas con nadie que lo rodee: sus compañeros de elenco, su productor amigo, su hija que acaba de salir de rehabilitación, su ex, los críticos. Siente que el tiempo pasa, y que no lo acompaña. Ve todo desde una perspectiva depresiva. O cambia o muere como actor. Y como padre, y como amante.
La maestría de Emmanuel Lubezki con la cámara, para que todo parezca realizado en una única y sinuosa toma -sólo se adivinan los cortes, con fondos oscuros o efectos especiales- es lo más llamativo del filme y, paradójicamente, lo que le juega en contra. Si uno queda atrapado en el tecnicismo es porque algo del relato no termina de atrapar. ¿Birdman sería igual, rodada de manera convencional?
Iñárritu se rodeó de un elenco excepcional. Michael Keaton sabe de lo que está hablando Riggan, tras ser Bruce Wayne en las dos películas de Batman de Tim Burton. Lo suyo es un regreso con gloria. Edward Norton está perfecto como el insoportable y egocéntrico Mike, el actor que entra como reemplazo para salvar las papas. Y están Emma Stone, Zach Galifianakis, y Noemi Watts, algunos con personajes menos dibujados que otros.
Egocentrismo. He ahí otra clave. A esa cuota de poesía -imposible entender el final desde la lógica- Iñárritu le suma que la película ofrece no sólo distintas interpretaciones acerca del final, sino varios finales. Cuando parece que termina, no, hay otro rulo. Y otro. Y otro más.
Como dice Mirtha, Como te ven, te tratan. Riggan tiene un problema más allá de la autoestima. Mejor dejarlo volar.