Crítica de "Black Adam", Dwayne Johnson en la película que da origen al personaje de la historieta
El filme dirigido por Jaume Collet-Serra se incorpora al universo cinematográfico de DC Comics.
Dejando de lado las menciones y apariciones en animaciones, es la primera vez que el personaje de Black Adam es llevado a la pantalla grande. Dicho superhéroe tuvo su primera aparición en 1945 en las historietas tituladas “The Marvel Family” / “Shazam Family”. Black Adam (2022) es planteada como un largometraje de origen del personaje, cuyo relato inicia más de dos mil años antes de Cristo, en una civilización antigua situada en Kahndaq, un desierto de oriente. En el prólogo se narra mediante una mezcla entre mitología e historia, la génesis de Teth-Adam, quien surge de la opresión de la esclavitud, con similitudes estéticas a la esclavitud del antiguo Egipto. Esta introducción es muy importante porque el espectador creerá que allí posee toda la información, pero una de las pocas sorpresas y aciertos del relato, es que se guarda una “carta bajo la manga” para el desenlace.
A continuación, la acción continúa en Kahndaq, pero en la actualidad. Dicha ciudad ya no es un sitio de magnificencia y esplendor, sino un país del tercer mundo que se encuentra colonizado por un orden imperialista. Allí en una aventura, una arqueóloga, su hermano y su hijo, intentarán proteger un poderoso objeto arcaico de los mercenarios en cuestión. Para ello, desesperadamente, despertarán luego de milenios a Teth-Adam/Black Adam (interpretado por un casi inexpresivo Dwayne Johnson) apelando a su protección. Respecto al comic que retrataba a Black Adam como un antihéroe enceguecido por el poder, aquí éste es representado como un ser más ambiguo, y a pesar de su falta de piedad, actúa según lo que considera justo, y ya no por codicia. Lo cual quizás puede molestar a los fans de la historieta en donde al parecer el personaje era más oscuro. Aquí, Black Adam instintivamente sabe quiénes son los buenos y débiles convirtiéndose en su héroe defensor.
De forma poco original, su argumento centra el conflicto en la posesión de una corona antigua, por parte del villano, Ishmael/Rey King Ahk-Ton. La idea de un elemento con poderes sobrenaturales que cae en las manos equivocadas, es algo ya bastante agotado en el cine de superhéroes, ya sea en DC Comics o su competencia Marvel Studios. Lamentablemente este no es el único recurso que denota la falta de creatividad en Black Adam, también lo demuestran la semejanza estética o temática con otro tipo de personajes preexistentes. Por ejemplo, el villano al lograr su transformación remite a una especie de Hellboy (2004) o Atom Smasher (superhéroe que tuvo su primera aparición en las historietas en 1983) a una versión más joven y más torpe de Ant-Man (2015/ comic 1962), y salvando las distancias un Dr. Fate (personaje que apareció en los comics en 1940) quien con su casco metálico en brazos nos recuerda visualmente a Magneto (personaje que apareció en los comics en 1963) de X-Men (2000) y Cyclone a Tormenta. Sin embargo, se debe resaltar positivamente la belleza estética de la composición de algunos encuadres que acertadamente remiten a los comics.
El filme también exhibe, una tradicional presentación de los personajes del nuevo equipo que es configurado como una “resaca” de superhéroes, de menor categoría que los líderes tradicionales de La Liga de la Justicia, quienes al parecer deben acatar las esporádicas órdenes de Amanda Weller (Viola Davis). Pues la película no sólo posee conexiones con su predecesora Shazam (2019), sino también con los largometrajes de Escuadrón Suicida (Suicide Squad, 2016) y El escuadrón suicida (The Suicide Squad, 2021). En esta ocasión el equipo que dirige Weller es liderado por Hawkman (Aldis Hodge), Dr. Fate (Pierce Brosnan), Atom Smasher (Noah Centineo) y Cyclone (Quintessa Swindell). En dicho sentido, se conformarán tres estructuras: el villano Ishmael, el “antihéroe” Black Adam y el equipo de los cuatro superhéroes “tradicionales”. Entre estos dos últimos, se plantea una tesis social que divide la justicia por mano propia (ejercida por Black Adam) versus la diplomacia de un juicio político que desea consumar “La Sociedad de la Justicia”.
Si bien la representación ambigua de Black Adam rompe con la tradicional dicotomía entre buenos y malos -aunque no llega a problematizarla-, nuevamente en esta propuesta de cinematográfica de DC, la psicología de los personajes carece de profundidad, a excepción de propuestas como Wonder Woman (2017) o algunas series televisivas, en contraposición a varias propuestas de Marvel. De igual modo, la reiteración y subrayado exacerbado de algunos recursos conjuntos como la cámara lenta y la música contemporánea en las escenas de acción del protagonista, resultan forzados, al igual que su humor poco efectivo. Asimismo, sus relaciones intertextuales hacia el spaghetti western de Sergio Leone, no tienen ningún propósito.
En conclusión, Black Adam, a pesar de resultar en líneas generales pasatista, es bastante predecible puesto que constantemente se perciben sus artilugios narrativos. Por último, empero de algunos diálogos que enuncian la decepción frente a los superhéroes legitimados por los países del primer mundo, por ejemplo: “Superman, Batman y Wonder Woman no vienen a Kahndaq”, lo cierto es que lo que produce más emoción de esta entrega es la esperada escena sorpresa post-créditos, que anuncia la expansión y conexión del universo cinematográfico de DC Comics, mediante el regreso de uno de sus más acertados personajes, al servicio de los fans.