Otro superhéroe (en este caso, uno a mitad de camino de serlo) en el horizonte. Hay dos motivos por los cuales disfrutar algo de este film: The Rock Johnson, que tiene eso tan difícil de encontrar como la presencia cinematográfica, y Collet-Serra en la dirección. Es cierto, el español es más efectivo en tándem con Liam Neeson -e incluso ha rodado una obra maestra, Una noche para sobrevivir-, pero en este desparejo pero divertido Black Adam se da cuenta de algo: los superhéroes siempre fueron parte de un mundo colorido y vertiginoso; siempre estuvieron más cerca de la Clase B que del prestigio. Y ese es el estilo visual de esta película sobre un ser sobrehumano enterrado cientos de años que sale con muchísima bronca a romper todo. Por esa razón se justifica -más que por la trama, previsible por donde se quiera pensar- la inclusión de otros superhéroes (que en realidad no suman demasiado) o la sobresaturción de escenas de batalla. ¿Ejercicio de estilo, tal vez? Algo así. Lo importante es que el bueno de Dwayne y cierto aporte cool de Brosnan (que también entiende el juego que juega) le dan impulso suficiente a esta especie de trailer sobrealimentado para que no aburra. Después veremos.