DEMASIADAS EXPLICACIONES
DC y el cine siguen sin encontrar una conexión fluida, y Black Adam es una nueva muestra de ello. Se podía tener una tenue esperanza de que la presencia tras las cámaras de Jaume Collet-Serra -un artesano eficaz, con una personalidad que surge entre los huecos genéricos y con capacidad para manejarse en distintos registros- podía conllevar una cierta solidez narrativa. Sin embargo, lo que vemos es una repetición de problemas que vienen desde hace rato y que este universo de superhéroes no consigue superar.
Quizás eso se deba a una sumatoria de desafíos que el film se propone sin tener las herramientas apropiadas para llevarlos a cabo. Porque Black Adam quiere construir sobre lo que ya se hizo (por ejemplo, Shazam!) y apuntando hacia el futuro, mientras busca delinear una especie de submundo dentro de ese conglomerado confuso que es DC. Al fin y al cabo, ¿qué es DC? ¿Cómo conviven la franquicia de Mujer Maravilla y Aquaman con el Batman de Robert Pattinson? ¿Sigue presente el Superman de Henry Cavill? ¿Qué pasa con la Liga de la Justicia? No lo sabemos, y esta nueva película hace poco por aclararlo, a pesar de que, ya desde el arranque, se la pasa arrojando explicaciones a diestra y siniestra.
Hay entonces un prólogo donde la voz over de un niño nos cuenta que hace casi 5 mil años había una civilización próspera y luego oprimida por un maligno monarca con ansias de construir un dispositivo para conectarse con seres malignos. Pero que luego apareció un ser con poderes supremos otorgados por dioses antiguos que lo enfrentó y luego desapareció. Y después vienen más explicaciones para que entendamos cómo esa especie de dios en la Tierra es liberado de su tumba terrenal, aunque no se sepa si es un héroe o un villano, porque a cada rato nos quieren dejar en claro que es un tipo con una noción distinta sobre lo que es la justicia. Pero, tras eso, aparece Amanda Weller y ahí uno sabe que se vienen aún más explicaciones, esta vez sobre los integrantes de la Sociedad de la Justicia, que son los encargados de controlar la situación: y ahí tenemos entonces la presentación de nuevos personajes (Hawkman, Dr. Fate, Atom Smasher, Cyclone), que siempre se tomarán un tiempo para contarnos qué piensan, qué les pasa, qué quieren hacer. Y así con todo.
Si la trama de Black Adam tiene una multitud de giros y revelaciones, no deja de llamar la atención que, en esa necesidad constante de declarar todo lo que pasa, termina generando una total indiferencia. Apenas si se puede rescatar el carisma innato que despliega Pierce Brosnan, con esa sabiduría actoral que a veces dan los años. Se puede intuir, detrás de todas las explosiones, persecuciones, peleas y diálogos expositivos un relato de tintes trágicos y a un protagonista con comportamientos y una moralidad ambiguos, que podría haber sido el foco de una gran historia. En cambio, tenemos una versión algo más prolija del Escuadrón Suicida de David Ayer combinada con una actualización algo más canchera -y al mismo tiempo lavada- de El Hombre de Acero. Y claro, con la promesa para un nuevo súper enfrentamiento en el futuro, con la intención de generar expectativas por una épica que no termina de aparecer. Mientras tanto, ese gran actor que es Dwayne Johnson, a pesar de acumular proyectos por doquier, sigue sin tener esa gran película que lo termine de consagrar como estrella. De ahí que Black Adam sea un fracaso artístico en varios frentes, que van de lo particular a lo general, un objeto gigantesco y vacuo, un engranaje más en un dispositivo llamado DC que todavía no tiene una identidad definida.