Por fin el personaje de Scarlet Johansson tiene su propia película que se ubica temporalmente entre Capitan América Civil War y Avengers Infinitive War. la espera valió la pena. El film tiene el guión de Eric Pearson y la dirección de Cate Shortland, la buena base y la realización que nos otorga a los espectadores un previsible film sobre una supeheroína, sino que la historia y su desarrollo le da a Johansson y Florence Pugh la dicha de personajes con carnadura, lógica, espesor dramático y emoción. El personaje central vuelve a sus orígenes, a una familia ensamblada según las órdenes del villano de turno, el comienzo del film resume ese pasado con maestría, para volver al presente, con Natasha (Scarlet) en plena huída, sus compañeros en problemas y su particular hermana dejándole un pedido de ayuda. Las dos mujeres empoderadas deberán desmantelar una fábrica de viudas negras siniestra, el sueño machista al cubo, disponer de mujeres abandonadas o seleccionadas para transformarlas en maquinas que aceptan ordenes, luchan, se mimetizan con el enemigo hasta destruirlo. La propia Natasha huyo de ese domino. Yelena (Florence) también. Pero liberarlas no es fácil y entre revelaciones, encuentros y desencuentros, secretos muy bien guardados y sorpresas, las escenas de acción trepidante conformaran a todos. Lo que hace el guión es defender los afectos y las familias, aunque estas sean torcidas, extrañas pero siempre necesarias. Cuando el cuarteto esta en acción con Rachel Weisz y David Harbour (Strangers Things) se redondea todo. Se puede leer este film en clave feminista, en defensora de la familia, todo es válido, pero lo mejor es que no es una colección de efectos visuales con conflictos olvidables apenas uno sale del cine. Atención que después del final y los largos créditos llega una escena sorpresa que no hay que perder, en especial para los fans.