Después de años sin Marvel en el cine, al Fase Cuatro abré con la primera entrega individual de Black Widow. ¿Está a la altura de las expectativas?
Probablemente este escribiendo bajo el influjo de mi primera dosis del Universo Cinematográfico Marvel en cines después de dos años clavados, pero ahora mismo siento que acabo de ver en Black Widow una de las mejores películas de la serie. Lo cual no es poco teniendo en cuenta que esta es la vigésimo cuarta entrega de una empresa que empezó ya hace trece años.
La expectativa ante los tráilers y la premisa, una entrega autocontenida y enfocada en el personaje que Scarlett Johansson viene interpretando desde Iron Man 2, era de un regreso al registro más de acción pura y hasta thriller político que hizo de Winter Soldier una favorita.
En el segundo cargo, los resultados son más bien mixtos. Claramente no íbamos a encontrar la finesa en el tratamiento de los conflictos ideológicos de algo como, por ejemplo, The Americans, una clara influencia en la cinta. No ayuda que, para ajustar los tiempos a las fechas establecidas por el MCU hay que romper todos los libros de historia, poniendo a operar a los infiltrados soviéticos de la Habitación Roja, Alexei Shostakov (David Harbour), Melina Vostokoff (Rachel Weisz) y sus “hijitas” Natasha y Yelena cuatro años después de la disolución de la U.R.S.S.
Pero realmente es ahí donde terminan los puntos flacos de la película, por lo menos si se la mide con otros blockbusters contemporáneos. La acción, sin llegar a la precisión y ritmo implacable de un John Wick, o al lirismo y ambición de las últimas Misión: Imposible¸ es más que eficiente. Quizás en algunos momentos se caen en la cámara más “sucia” que pusieron de moda (y quemaron) las viejas entregas de Bourne, pero esto no termina de opacar un laburo de coreografía impecable.
En este sentido, bien hay un guiño al Bond clásico, queda claro que la inspiración en Black Widow fueron las películas antes citadas, que ponen actualmente la vara del género. No sé si, como denunció en su momento Lucrecia Martel, el laburo de acción queda por fuera de las manos del director, en este caso la australiana Cate Shortland, y es manejado completamente por el estudio. Pero sea como sea el caso, alguien hizo las cosas muy bien.
En lo que, quizás inevitablemente, difiere de ese cine de acción con aspiración más clásica es en el uso más intensivo de CGI. Como no puede ser de otra manera, la película incluye un tercer acto a toda orquesta, donde el estudio siempre se siente obligado a tirar todo por la ventana y dejar que los muchachos de ILM tomen la batuta. Sin embargo, salvo quizás en lo que respecta al personaje Taskmaster, deliberadamente presentado como sobrehumano, prima el mano a mano y trabajo de dobles de riesgo.
Black Widow retrasada
En lo que también se parece a esas las mejores películas de acción de la década pasada, y a Bond llegado el caso, es en el espíritu trotamundos, que aporta una bienvenida cuota de diversidad a la muy buena cinematografía. Una pieza central de la película sucede justamente en Budapest, escenario de la tan mentada misión que refieren más de una vez Nat y Clint Barton (Jeremy Renner) en Avengers.
Pero donde realmente Black Widow sorprende es en el corazón que tiene, siendo una seria candidata a ser la más humana de toda la familia Marvel. Entre los principales responsables tenemos a Eric Pearson, veterano del estudio que ya había escrito mucho laburo sin acreditar para el estudio y que puso la firma en Thor: Ragnarok, asi como la confiada dirección de Shortland, quien claramente tiene un ojo para capturar el drama de las relaciones familiares.
Es igual de cierto que los golpes emotivos no funcionarían igual sin el enorme respaldo del elenco principal. Johansson está aquí acompañada por su “hermana” Yelena, interpretada Florence Pugh (Midsommar), a quien si le dan pista amenaza con ser una mejor Viuda Negra que Nat, junto con los ya mencionados David Harbour (Stranger Things) y Rachel Weisz (La Momia, Constantine). Todos actorazos del carajo por sí solos, pero que aquí tienen una química que ayuda a vender que hay una familia con solo dos o tres escenas.
No me canso de repetirlo, y lo voy a seguir haciendo hasta que quede instalado: los profesionales, en general mujeres, que hacen el casting de estas películas son los héroes anónimos del MCU. Sin ellas, quienes ni aparecen listadas en las páginas de Wikipedia de las películas, el experimento de Feige hubiese fracasado hace rato.
Es interesante en este sentido que las dos escenas que proporcionan el corazón de Black Widow, dos momentos alrededor de la mesa familiar, son muy similares a las secuencias más íntimas que se rumorea quería incluir el malogrado Whedon en Age of Ultron, y cuya remoción habría llevado al alejamiento del director del MCU. Que esta película se permita tomarse ese tiempo para frenar y desarrollar los personajes es un signo de maduración, y uno que aplaudo.
Black Widow
En esta nota, también parece haber una mejor comprensión del timing, o quizás se deba que hay una mujer detrás de la cámara, pero el ribete feminista de la película, que es explicitado sobre el final, aparece mucho más justificado y con sustancia que el cringe que indujo el momento girl power en Avengers: Endgame.
Otro departamento donde las cintas de Marvel supieron estar flojas de papeles, la música incidental, acá está muy bien. El encargado de la composición es Lorne Balfe, discípulo del maestro Hans Zimmer y veterano de la saga Misión: Imposible.
Al final, vale aclarar que sí, hay escena post créditos, así que no se vayan hasta el final. Además de una despedida a la altura de las circunstancias para Nat, este bis promete por donde seguirá creciendo esta esquina del MCU y es prueba de una mayor integración del todos los productos de la franquicia como hace unos pocos años solo hubiéramos soñado. Por suerte, hay Viuda Negra para rato.