Scarlett Johansson en la primera película en solitario de Viuda Negra
Con un retraso considerable, tanto por decisiones ejecutivas de la factoría Marvel como por la pandemia de COVID-19, llega finalmente a los cines Black Widow, la película en solitario de la heroína interpretada por Scarlett Johansson. Si bien el film no logra subsanar del todo las falencias con las que ha contado el personaje en producciones anteriores, ni ellas ni el enorme desafío de ¿presentar? a la agente rusa tras casi dos años del estreno de Avengers: Endgame atentan contra el entretenimiento garantizado que suelen asegurar este tipo de propuestas.
Durante toda su participación en el Universo Cinematográfico de Marvel, Natasha Romanoff, alias Black Widow, ha sido víctima tanto del protagonismo absoluto de los superhéroes varones que hicieron al MCEU gran parte de lo que es, como de las decisiones argumentales que han girado alrededor de su personaje. Claro está que el problema no es Scarlett Johansson, una actriz de indiscutible talento que, principalmente luego de este film, consolidará de manera positiva su marca en una franquicia sin precedentes (con todo lo bueno y malo que ello implica). No obstante, el foco de la implacable agente rusa ha sido absorbido, casi de manera absoluta, por lo visual, tanto en secuencias de acción como en constantes poses que hasta son objeto de gags en esta nueva película. Sí. No caben dudas de que la ausencia de una historia en solitario puede obstaculizar la composición de un personaje que ha estado presente en varias de las películas más importantes de Marvel, alrededor de varios protagonistas que fueron introducidos de manera exclusiva. Sin embargo, dicha carencia podría haber sido explotada para que todos los misterios que giran alrededor de esta subestimada heroína provoquen interés en profundizar sobre sus inicios. En cambio, la nueva película de la directora australiana Cate Shortland llega (de manera tardía) por cuestiones de agenda y no por la necesidad de conocer más sobre Romanoff.
En razón de los sucesos ocurridos en Avengers: Endgame, donde reservaron toda la majestuosidad para Tony Stark/Iron Man, relegando el “fin” de la vengadora en cuestión a una de las escenas más absurdas de la franquicia, Black Widow nos sitúa luego de que el “Team Cap” decidiera violar los Acuerdos de Sokovia en Captain America: Civil War. Tras dicha decisión, Natasha se convierte en fugitiva y comenzará a involucrarse en cuestiones de su pasado, puntualmente ligadas a sus 13 años de edad (versión del personaje interpretada por Ever Anderson), mientras vivía en la ciudad de Ohio con sus padres Alexei (David Harbour) y Melina (Rachel Weisz), junto a su pequeña hermana Yelena (Violet McGraw). El film comienza presentando a esta atípica familia mediante una gran escena, digna de cualquier thriller de espionaje, para luego -tras unos atractivos créditos iniciales en los que suena el solemne nuevo cover de “Smells Like Teen Spirit” interpretado por Malia J– trasladarnos 21 años después. En ese momento, las hermanas unirán fuerzas para enfrentarse al despreciable General Dreykov (Ray Winstone), jerarca de las Fuerzas Armadas Soviéticas y supervisor de un programa destinado a lavar el cerebro de jóvenes mujeres para convertirlas en asesinas letales.
Si bien no faltan los clásicos elementos que han atravesado todas y cada una de las producciones del Universo Marvel, desde espectaculares escenas de acción hasta numerosos gags que suelen funcionar (especialmente en cada participación de David Harbour), Black Widow no ha sido suficiente para redimir al personaje de los casi inexistentes rasgos identitarios que presentó desde su introducción en Iron Man 2. Es decir, ¿cómo puede revertirse en una sola película el desarrollo de un personaje que ha sido esencialmente secundario, que solo ha contado con escenas de acción, planos destinados a resaltar la figura de Scarlett Johansson y un final que, lejos del efecto épico y más allá de sus buenas intenciones, terminó generando risas involuntarias? Si este interrogante en algún momento ha sido tenido en cuenta, podría decirse que ha sido un punto que han buscado resolver (amén de que el fanatismo por sugerentes planos de Johansson continúe vigente, aún con una directora mujer y la mismísima actriz como productora ejecutiva), tanto en la ejecución de la cálida y dinámica relación (adulta) de Natasha y su hermana Yelena (la gran Florence Pugh, en una significante y alentadora adición al MCEU), como en aquellos momentos que buscaron definir a Romanoff como la columna vertebral de Los Vengadores. Si bien estas decisiones han sido favorables a la protagonista, el balance final de la heroína entre sus participaciones y su película propia es, al menos, olvidable.
En definitiva, en Black Widow hay entretenimiento, acción al mejor estilo Marvel, personajes entrañables y un decente cierre para La Vengadora rusa. A pesar del retraso cronológico con el que ha contado su producción, al menos consigue despertar el interés y dar inicio en cines a la Fase 4 del MCEU, que continuará con Eternals, de Chloé Zhao, el próximo noviembre.
N.B. La película cuenta con una importante escena post-créditos (no en medio de ellos) que dará cuenta de los conflictos venideros en las siguientes producciones.