Concibiendo mi historia.
Una niña con cabellos de color furioso juega con su hermanita en el patio de su casa. Complicidad, diversión, uno que otro golpecito en la rodilla. La mamá las interrumpe, hay que ir a cenar… ¿y si esta situación cotidiana, de una familia “común”, fuera parte de un sofisticado experimento soviético? Bueno, así comienza Viuda Negra, la película de MCU que indaga los orígenes de nuestra vengadora favorita, Natasha Romanoff (Scarlett Johansson).
Una cinta en solitario que indaga sobre el pasado de uno de los personajes más activos y atractivos del universo superheroico marvelita. Su temperamento férreo, además de por su genética, fue también formateado por una escuela de espías rusa, donde se manifiestan resabios de la Guerra Fría, con un líder de temer: el general Dreykov. Quien en su tremenda ambición ya no se contenta con armas nucleares, sino con manipular la mente de jóvenes desprotegidas, invisibles ante un mundo hostil.
Y así nos enteramos de la única familia, ficticia y disfuncional, de Natasha (pero familia al fin), compuesta por su madre Melina (Rachel Weisz); una científica prodigio también manipulada por el ruso mayor; Alexei (David Harbour), un super soldado en su momento carne y uña con Dreykov; y Yelena (Florence Pugh), la hermana menor, que también es victima de esta organización malvada que trasciende el suelo soviético.
Veinte años después la vida (y sus orígenes en común) los volverá a unir para desenmascarar a este supervillano poderoso que teje los males del mundo desde una consola, a su vez que forma ejércitos de viudas negras a fuerza de resetearles el cerebro. Una dinámica familiar cómica y emocional a la vez, que pone en relieve las buenas actuaciones del tremendo elenco. Todos están en su dosis justa, destacando a nuestras chicas que le aportan una mirada fresca a este universo cargado de testosterona.
Una película de espionaje, también con escenas de peleas muy bien coreografiadas, y por supuesto que no falta la acción nivel fantasía que muy bien caracteriza a este género, porque convengamos que más allá de su flanco emocional, nuestros personajes no son convencionales: son súper humanos, superhéroes; y en su universo está permitido el exceso.
Natalia y Yelena, juntas son dinamita (literalmente), y no solo esclarecen sus orígenes y crean su propia historia como pueden. También ayudan a liberar, a reconstruir la identidad de sus pares. Chicas raptadas, invisibilizadas, utilizadas como armas con fines bélicos; y sino cumplen con las expectativas, desechadas. Black Widow, sin dudas es la historia que Natasha Romanoff se merecía. Una hermosa carta de amor de despedida.