“Dudo de que el dios del espacio tenga que tomar un ibuprofeno después de una pelea”, le dice a Natasha Romanoff, uno de los personajes de Black Widow, la película que por fin se centra en la historia de la heroína que Scarlett Johansson encarna desde su primera aparición en Iron Man 2. Y aunque tenga que tomar analgésicos y no cuente con los superpoderes de sus colegas de Avengers ni con los recursos ilimitados de Tony Stark, puede que la Viuda Negra sea uno de los personajes más intrigantes del universo cinematográfico de Marvel.
Una sospecha que por momentos confirma esta película dirigida por la australiana Cate Shortland, la primera realizadora a cargo de un film de la usina de superhéroes en solitario. Un hito que, más allá de la estrategia de promoción, se refleja en el desarrollo de la historia ubicada narrativamente en los años “perdidos” de Romanoff entre Capitán America: Civil War y Avengers: Infinity War. Aquí, el guion a cargo de Eric Pearson (Thor: Ragnarok), utiliza la idea de la historia de origen del héroe, un recurso muchas veces transitado pero que esta vez consigue darle espesura, matices y sentido a su protagonista.
Más historia de espías que espectáculo de ciencia ficción, Black Widow comienza con una secuencia que muestra a la adolescente Natasha en un escenario propio de la serie The Americans o la película Espías sin rostro, fingiendo ser una familia tipo del medio oeste norteamericano junto a los adultos Alexei (David Harbour) y Melina (Rachel Weisz) y la pequeña Yelena, la única que no sabe que todo se trata de una ficción creada por la KGB.
A partir de allí la trama avanzará un par de décadas para intentar una reunión familiar que resulta conmovedora y al mismo tiempo muy cómica, especialmente gracias a la interpretación de Harbour (Stranger Things), ya un especialista en encarnar a padres adoptivos de mujeres jóvenes extraordinarias. Claro que por todo el oficio de Harbour y Weisz, lo más interesante del film -que falla al crear un frente enemigo de limitado interés- es el vínculo que logran transmitir Johansson y Florence Pugh, la talentosa actriz británica que interpreta a Yelena de adulta.
Es que Black Widow no solo salda parte de la deuda que Marvel tenía con el personaje de Johansson y las heroínas femeninas en general, sino que lo hace poniendo el foco en la compleja relación entre esas dos mujeres fuertes e independientes que entienden que su mayor enemigo no es el general Drykov (Ray Winstone) sino los traumas no resueltos de su pasado en común. Ese que intentan resolver entre patadas, cuchillazos y momentos de notable vulnerabilidad.