Scarlett Johansson y Florence Pugh enfrentan al patriarcado
En diálogo con temas actuales y asuntos de género, la nueva película de Marvel es una metáfora de la mujer escapando/enfrentando/cambiando al sistema opresivo y normativo patriarcal.
En una de las primeras escenas de Black Widow (2021) conoceremos a unas jóvenes Natasha y Yelena, protagonistas del relato, transitando un apacible verano en Ohio, Estados Unidos, en 1985. Junto a sus tutores (David Harbour/Rachel Weisz) conforman un círculo pequeño de apoyo, pero que rápidamente es destruido al tener que abandonar el lugar y regresar a su verdadero hábitat, en donde el núcleo será disuelto.
Cate Shoreland (Lore) decide con esta intro humanizar a sus personajes centrales, convirtiendo a la película en una de las primeras en donde la familia es esencial para superar cualquier obstáculo presentado, aun cuando luego el relato decida desplegar un arsenal narrativo que no impugna lo presentado, al contrario, potencia sus ideas, ofreciendo pirotecnia audiovisual al servicio de la historia.
También en un momento de esa primera escena, y ante un accidente, Melina (Weisz) le dice a Yelena joven, “eres una muchacha valiente, el dolor te hace fuerte”, algo así como la reinvención de ese dogma absurdo de “los muchachos no lloran”, subrayando, una vez más, aquello que luego devendrá con las protagonistas ya adultas, mujeres “fuertes” que arrasarán con los hombres.
El nudo de la película es “La habitación roja”, una organización que mantiene, cual secta, a miles de jóvenes mujeres en todo el mundo, “hipnotizadas”, entrenándolas bajo una estricta rutina, transformándoles en viudas negras, asesinas de sangre fría, que hacen TODO lo que se les solicita en pos del beneficio de su líder, el siniestro Dreykove (Ray Winstone).
Pero cuando Yelena (Florence Pugh) es liberada del “hechizo” que la mantenía cumpliendo órdenes, y descubre una poción que podría liberar a todas las viudas negras del mundo, y salir de ese régimen autoritario que las mantiene anestesiadas, sumisas, y dedicadas únicamente al perfeccionamiento de sus habilidades mortales, la aventura que la pantalla ofrece, tendrá un plus adicional, el de permitirse transgredir, de alguna manera, las leyes del género “películas de superhéroes” para adentrarse en una discusión políticamente correcta sobre el rol de la mujer en la sociedad, dentro y fuera de la pantalla.
Ese espacio conocido como habitación roja, bien podría ser visto, y no metafóricamente, como la opresión masculina durante años, y en donde mujeres como Natasha (Johansson) o Yelena, ya no quieren habitar, deseando continuar con sus vidas y sueños, pero desde un lugar que respete sus vidas y sus intereses.
“Esa tiene fuego en su interior” dice uno de los soldados que recibe a Natasha en su vuelta a la habitación roja, ese fuego es la pasión de la que Johansson se agarra para llevar adelante la tarea de esta primera película en solitario del personaje, una de espías y fugitivos, internacional, en donde salir de la “secta” es el impulso principal para sus acciones, pero también el evadir a Thunderbolt Ross (William Hurt), su eterno perseguidor, al igual que tratar de comprender, qué ha pasado con la disolución de los Avengers y cuál podría ser su rol en un nuevo intento de aunarlos.
La pirotecnia visual, acompañada de humor, y reflexiones que tienen que ver, por ejemplo, con las poses que Natasha asume en cada lucha y contienda, convierten a Black Widow en la película más feminista del MCU, y aun en sus trazos gruesos, estereotipos, y frases de manual (“antes no tenía control sobre mi vida y ahora sí”), el espectáculo permite una reflexión en los espectadores, los que, ante tanto panfleto y oportunismo, recibirán esta película como una lograda aceptación de la industria del cine de girar el volante que la guía, al menos, hacia otro lugar, apoyándose, además, en potentes interpretaciones, como la de la joven Pugh en el papel de Yelena.