El último adiós a Natasha Romanoff
La heroína más popular de Marvel consiguió su película en solitario para despedirse por la puerta grande.
Después de más de diez años y una veintena de películas, llegó el momento de Natasha Romanoff como protagonista de su propia película e historia del MCU. Con un estreno retrasado y pospuesto una insólita cantidad de veces por la pandemia, el engranaje que terminó uniendo a Los Vengadores al fin puede valérselas por motu propio en una película que se sitúa luego de los eventos de Capitán América: Civil War (2016) y Avengers: Infinity War (2018). Sentadas dichas bases, el margen de maniobra no sobraba con respecto a las aventuras que Natasha (Scarlett Johansson) podría llegar a tener porque todo amante de este universo sabe perfectamente lo que el destino le deparó a Black Widow en el planeta Vormir. Pero claro su historia no estaba contada del todo y el clamor popular fue un factor clave para que Kevin Feige considerase la posibilidad de que su película individual fuese un hecho.
La directora australiana Cate Shortland es la encargada de llevar la historia escrita por Jac Schaeffer, Eric Pearson y Ned Benson, que nos establecen en plena fuga de Natasha post Guerra Civil superheroica y buscando nuevos rumbos mientras intenta no caer en las manos de las autoridades gubernamentales. En plena fuga, Natasha se encontrará con Yelena Belova (Florence Pugh), una parte fundamental de la vida pre-shield de la infalible espía, y ésta le contará que la famosa Red Room, lugar donde la KGB experimentaba con niñas robadas convirtiéndolas en máquinas de matar casi sin conciencia, continúa operando y a gran escala. Nat no podrá dejar pasar semejante, e inoportuna, noticia y juntas idearán un plan para formar un equipo con antiguos aliados y conocidos que los ayuden en su noble propósito de terminar de una vez y para siempre con esta fábrica de asesinas sin par y como si fuera poco, ambas serán cazadas por una amenaza nunca antes vista y mencionada, que imita a la perfección todas las técnicas de peleas de los héroes que ya conocemos, llamado TaskMaster con quién se librará una lucha en la que no habrá piedad por parte de nadie.
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A diferencia de otras entregas del Universo Cinematográfico de Marvel, esta película tiene los límites marcados como para volver a darle la vuelta de rosca necesaria que la línea argumental actual viene necesitando. La película funciona y tiene bastantes motivos positivos para señalar, pero la única negativa que se le puede reprochar es que la cinta no goza de sorpresa. No porque la trama en sí no la tenga, de hecho tiene varios, sino porque el desarrollo de la aventura llega en un momento en donde todo aquel que está viendo la película sabe perfectamente qué cosas no van a pasar, entonces el nerviosismo en escenas de acción en donde está involucrada la protagonista principal no generan nada. Claro que se presentan más personajes con los que podemos relacionarnos más o menos, pero la empatía es generada “artificialmente” y nuestra relación, con la gran mayoría, no es nada real. Hay sólo un gran personaje que se ve introducido en esta vigésimo cuarta película marvelita. Claro que los problemas no sólo se ven en este aspecto ya que dentro de la historia, el antagonista principal queda desdibujado muy pronto sin lograr convertirse en una amenaza del tamaño que se prometía. Lo propio sucede con las escenas de acción y coreografías de pelea de la cinta. Si el enfoque era realizar una película de acción con tintes de espionaje, Marvel no puede (de nuevo) quedarse con batallas mediocres y un CGI cómo si ya no llevaran en los hombros mejores propuestas realizadas.
Pero claro, sin dudas que también la película tiene sus puntos altos y estos son bastante marcados casi que sosteniendo toda la estructura general. Imposible sería no comenzar por el desempeño de Scarlett Johansson que vuelve a demostrar que el papel de Black Widow es suyo, que será inolvidable y que por siempre se le guardará aprecio. Incluso en esta oportunidad haciendo las veces de productora, se nota que en sus ganas de tener una película propia lejos estaba de querer perpetuarse en el tiempo porque sí o, tener un relato mediocre y olvidable. La cinta deja entrever el subtexto, fuerte, duro y por momentos demasiado realista para verse en el plano de “película de superhéroes”. Como Natasha, dentro de todo, es parte del mundo normal las problemáticas que la envuelven también. Por eso la decisión de realizar un film evocando a películas de espías no es accidental y es el ámbito en donde ella mejor se desenvuelve, recordando a la vanagloriada Capitán América y el Soldado del Invierno (2014). Y, cómo era necesario, también encontró en Florence Pugh el refuerzo necesario para que el peso de la película no estuviera solamente en sus hombros. La actriz británica, que está encabezando todas las listas de castings de Hollywood, demuestra por qué es una de las más solicitadas y de las más valoradas (cosa que no siempre va de la mano) para protagonizar o co protagonizar, cualquier historia que le propongan. Funciona como compañera de acción, refresca cuando la trama se pone algo agobiante y con su carisma hace que el humor parezca natural. No hay dudas de que lo mejor de la película son ellas dos, la relación que establecen entre ambas y lo orgánico que esto parece. También, se nota el paso de “manto” de una a la otra, sabiendo que ahora Florence o Yelena, deberá ocupar el rol de Natasha en el MCU. ¿Desde qué lado? eso aún está por verse pero la película se asegura de dejar muchos frentes abiertos.
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Black Widow es una película que cumple, sirve cómo último vistazo a uno de los personajes más queridos del MCU y se cuida de no embarrar el legado construido. El problema más grave es que llega tarde, bastante tarde, y no se genera sorpresa o dramatismo pero sí funciona como el último adiós que la mayor y mejor heroína de Marvel se merecía.
Hasta siempre Natasha Romanoff. Hasta siempre, Scarlett Johansson.