Una vida de estrella
Alberto Ponce es reconocido por haber trabajado de montajista para directores como Leonardo Favio, Fernando "Pino" Solanas, Adrián Israel Caetano, Diego Lerman y muchos más. Esta vez dirige el documental Blackie, una vida en blanco y negro (2012), una película que retrata la vida de Paloma Efrón, más conocida como Blackie, bajo el formato de entrevistas y recreaciones. El resultado es dispar pese a sus buenas intenciones.
Dividida en capítulos, el documental no quiere caer en el estilo común de utilizar una voz en off en tercera persona que organice todo el relato. Por el contrario, pone la voz de Dora Baret para recrear a Paloma Efrón y pareciera que es Blackie quien cuenta cada etapa de su vida. Es interesante la propuesta, pero hay momentos en que la voz se vuelve muy bondadosa por querer hacer reflexiones demasiado positivas. Es decir, ésta voz que se apropia de la voz de Blackie es una primera persona que cuenta todo con una ingenuidad tan amigable que le quita los misterios y contradicciones que toda biografía suele tener. Al mismo tiempo debido a esa voz se pierde la distancia tan necesaria que hacen que un personaje sea particular e interesante, sobre todo si éste ha tenido fama y una vida muy intensa.
Y por ello que es dispar. En primer lugar por la sensación que produce dicha voz que siempre habla en primera persona (la cual se abre a que el espectador tenga empatía o no), pero con un ritmo muy bien llevado por el material de archivo y la música, que es donde el documental logra sus mejores momentos. Aunque más que hablar de documental da la impresión de ser simplemente una nota periodística.
Sin embargo, el juego de entrevistas y recreaciones unidas a partir de la voz Blackie le otorgan dinamismo. Sobre todo el flujo visual gana matices con las recreaciones en blanco y negro y genera mayor interés. Aunque ya de por sí lo más llamativo es la propia vida de Paloma Efrón que va desde cantante, actriz, productora y presentadora de televisión.
Finalmente, es en el desenlace extenso donde queda aún más clara la idea de no saber si se conjugan muy bien todos los elementos. Incluso se cae por el suelo todo lo que se venía construyendo. Y eso sucede cuando se cuentan los últimos años de Blackie y ahí la película comienza a llenarse de cierta moraleja sobre la televisión (haciendo comparaciones entre la época en que trabajó Blackie y la actualidad) que en lugar de sumar, resta mucho. Pero nuevamente aparece la recreación, esta vez ya con las voces de los entrevistados y de la propia protagonista en archivo, que eleva un poco todo aquello que parecía derrumbarse.