Modelo de documental a la altura de una mujer extraordinaria
Está tan extendida entre nosotros la costumbre de aplicar cariñosa y generosamente el calificativo «negra», o «negrita», que ni siquiera nos sorprende verlo aplicado a una blanca judía. La sorprendente era ella, a quien le decían «negrita». Con la paquetería de hacerlo en inglés: «Blackie». Y con el sello que la consagraba una auténtica negra honoraria de la mejor estirpe: Paloma Efron, alias Blackie, fue la primera mujer que nos hizo escuchar en vivo el jazz y los negro-spirituals.
Pero ese es solo uno de sus múltiples aportes a la cultura general de los argentinos. Periodista, conversadora radial de las mejores, organizadora de conciertos, actriz, conductora y productora de radio y televisión, creadora de programas inolvidables, desde «Volver a vivir» y «Odol pregunta» hasta «Titanes en el ring», impulsora de variados proyectos, incluso eficaz vendedora de guiones argentinos en Hollywood, y, ante todo, buena persona, Blackie ha sido palabra mayor en la historia del espectáculo nacional. Digna de recuerdo y emulación, ya hay libros sobre ella, pero hacía falta un buen documental. Acá está, y es realmente bueno.
Alberto Ponce, montajista de la miniserie de Favio, los documentales de Solanas, y varias películas de (entre otros) Caetano, Lerman, Szifrom, Michanié, de Luque y Diego Sabanés («Mentiras piadosas»), elaboró con este último una interesante estructura, que además «humaniza» el relato a través de una sencilla convención: una entrevista, el relato de una vida contado en primera persona por una voz similar a la de Efron, intercalando una impresionante cantidad de fotos, películas, afiches, programas, algunas reconstrucciones, y unos cuantos testimonios que enriquecen el relato principal.
La que habla con una voz similar es Dora Baret. Los textos corresponden al libro «Memorias y recuerdos de Blackie», escrito por Ricardo Horvath. Y entre los testimoniantes aparecen Horvath, Hinde Pomeraniec (otro referente, su libro «La dama que hizo hablar al país»), Carlos Ulanovsky, Luis Pedro Toni, Martínez Suárez y otros, pero, sobre todo, cinco personas a las que ella dio especial rango de amistad: Marta Tedeschi, Tito Bainoff, Segismundo Holzman (pioneros de la TV que la acompañaron detrás de las cámaras), Leocadia Padilla y Ramona Díaz (sus «negritas», como ella les decía). Son estas últimas, quienes mejor nos hacen entender la altura humana de Paloma Efron.
Para espectadores con algunos años, esta película también es un «volver a vivir». Para otros, es empezar a aprender. Cómo fue esa mujer extraordinaria, cómo fue dejando huella, cómo se la recuerda, y cómo antes se respetaba al público. Y también cómo se hace un documental. Lo dan los domingos en el Malba, lo darán recién desde el 27 en el Gaumont, pero, de veras, vale la pena.