Blade Runner (1982) es una piedra basal de la historia del cine fantástico. Presentó a Phillip K. Dick en sociedad, sentó las bases del cyberpunk, consolidó el estrellato de Ridley Scott y Harrison Ford, popularizó a Vangelis y creó una serie de momentos épicos que quedaron grabados en la memoria de toda una generación. Rutger Hauer destrozando la cabeza de su creador, Harrison Ford matando a Joanna Cassidy a través de una galería de espejos, la demencial Daryl Hannah despachando tipos a diestra y siniestra, y la cautivante imagen de Sean Young como la princesa artificial encerrada en su propio castillo y condenada a un destino perverso que no podía escapar. Fracaso en su momento, sólo el correr de los años (y la popularización del video hogareño) pudo rescatarla del olvido y hacerla acreeedora del puesto de privilegio que merece en la historia del cine.
35 años después nos llega esta secuela. Durante mucho tiempo se barajó la idea y Ridley Scott – que le agarró el viejazo y la desesperación por filmarse todo antes de morir, algo similar a lo que le ocurre a Clint Eastwood y Steven Spielberg en estos últimos tiempos – estuvo a punto de dirigirla. Considerando lo flojo que viene Scott – vean las últimas secuelas de Alien, si no -, lo mejor que pudo haberle pasado al proyecto es que quedara en manos de la nueva esperanza del cine fantástico, el genial Denis Villeneuve. El resultado final es sólido, inteligente, respetuoso y festejable, una secuela súper digna para un clásico inmortal, aunque quizás sea algo larga de más y carezca de esas memorables escenas de acción que Scott tan bien había cocinado en 1982.
Acá los replicantes van por su segunda generación. Perfeccionados y humanizados, son completamente civilizados y si hay Blade Runners en este mundo, es para retirar los restos de generaciones viejas, los cuales siguen escondiéndose y fabricando recuerdos con los cuales consolarse. Pero hay un descubrimiento que sacude los cimientos de este mundo: el cadáver de una replicante ha sido hallado y, lo mas inquietante, tiene señales de haber dado a luz (en un parto cruento que terminó por costarle la vida). Y sí: es Rachel (el personaje de Sean Young del filme de 1982), así que el papá de la criatura debe ser Deckard (Harrison Ford). El tema es a dónde fue a parar el pibe, y dónde está Deckard. Y el obsesivo nuevo manufacturador de replicantes – un ultra zen Jared Leto, redimiéndose de su bochornoso Joker en Suicide Squad – está fascinado con la idea de un replicante biológicamente fértil… un especimen que quiere cortarlo en pedacitos y analizarlo en su mesa de quirófano.
Blade Runner 2049 es un filme que demanda paciencia. Hay una fotografía excelente y geniales efectos especiales, pero acá la cosa va de thriller conversado, cuando no largos silencios para crear clima. La acción aparece de a ráfagas y está ok – como el duelo final, el cual podría haber estado muchísimo mejor en vez de ser tan mundano -, pero a Villeneuve le interesan las incógnitas y las cuestiones existenciales. ¿Acaso el destino de Ryan Gosling fue pre-trazado para encontrar a Harrison Ford en este momento?. ¿La existencia de un replicante fértil implica la revolución de los seres artificiales y el fin de la humanidad como raza dominante?. Y lo mas importante (alerta spoilers), ¿Es Gosling el hijo de Ford y Sean Young? (fin spoilers).
Y mientras que todo es muy correcto e interesante mientras dura, hay cierta sensación de decepción cuando llega el climax. No sólo porque precisaba mas adrenalina sino porque va contra las expectativas. (alerta spoilers) Uno esperaba que Gosling cumpliera con su expectativa y fuera el hijo de Ford, el mesías que traería la revolución a este mundo saturado de replicantes esclavizados y polución ambiental. También esperaba ver a las masas ir con las antorchas hasta los cimientos de la antigua corporación Tyrrell y linchar al personaje de Leto, pero todo queda en un diletante. Está bien, pero me resulta demasiado tranquilo y chato (fin spoilers).
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Aún con ello, Blade Runner 2049 es una película notable. La gracia está en los detalles – la compañera virtual de Gosling, el abundante uso de hologramas para casi todo, los replicantes entrenados para cazar a otros replicantes, la cultura cosmopolita de este futuro alternativo – y en el gran clima que Villeneuve crea con un enorme talento. Porque si el original trataba sobre la tragedia de los seres artificiales, condenados a una vida tan corta como intensa, aquí el tema pasa por la simulación – virtual, de carne y hueso (como los replicantes) -, reduciendo a sus exponentes a meros objetos de placer / o herramientas de trabajo carentes de derechos. Porque, a final de cuentas, ¿acaso un replicante no es la mera imitación de un ser humano?.
Quizás una de las cosas mas intrigantes del filme sea el embarazo de Rachel, el cual probaría (por descarte) que el personaje de Harrison Ford es humano. Recordemos que, varios de los cortes alternativos de la original Blade Runner, se barajaba la idea de que Deckard era un replicante con los recuerdos implantados.
Blade Runner 2049 no tendrá la estatura memorable del original, pero es una secuela brillantemente concebida y soberbiamente ejecutada. Recomendadísima para los fans del original, y un nuevo acierto de Villeneuve, cuyos méritos hacen anticipar una futura adaptación de Dune hecha con gran altura.