Tuvieron que pasar 35 años para poder ver finalmente esta secuela de uno de los clásicos más importantes de la historia del cine de ciencia ficción. La adaptación que hizo Ridley Scott en 1982 de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, ahora es retomada por el director canadiense Denis Villeneuve junto a su inseparable director de fotografía Roger Deakins - y al propio Scott en la producción ejecutiva-.
Ambos asumieron el desafío de concretar un verdadero espectáculo visual y sonoro que rinde homenaje al proyecto de los ochenta. Pero además, una película que brilla con luz propia, más que una continuación centrada solamente en celebrar la cinta original. ¿Lo lograron? Bueno... eso depende con que ojo se mire.
Entonces, ¿cómo reanudar una historia tan de culto con un final tan ambiguo?
Quizás la mejor forma de dar comienzo era intentar develar uno de los mayores enigmas que nos dejó el final de la primera película: ¿Qué pasó cuando Rick Deckard (Harrison Ford) huye con la bella replicante Rachel (Sean Young)?
Ahora nos encontramos en el año 2049, tres décadas después de la anterior historia, con nuestro nuevo protagonista, K (Ryan Gosling), un blade runner - agentes dedicados a eliminar "replicantes"- que debe cumplir con su misión de encontrar a los androides con apariencia humana creados para trabajo esclavo en el espacio y que se han rebelado para inmiscuirse en la sociedad como ciudadanos comunes.
La gran diferencia es que ahora no todos los replicantes son ilegales. Los nuevos modelos creados por un oscuro magnate llamado Niander Wallace (Jared Leto), incapaces de desobedecer órdenes, son aceptados en la tierra. Pero aún continúan entre nosotros antiguos modelos que deben ser "retirados", siendo esta la misión del agente K.
En plena misión, nuestro protagonista desenterrará un misterio que pone en peligro el orden del sistema y que lo vincula directamente con el desaparecido agente Deckard.
Villeneuve descarta los claros elementos del cine noir de la película original para dar rienda suelta a una épica visual a gran escala. La gran inversión de un presupuesto de más de 200 millones de dólares - ocho veces mayor que la de 1982- hace que esta nueva aventura distópica se nos presente en escenarios mucho más ampulosos que la claustrofóbica versión original de una ciudad de Los Ángeles sobrepoblada.
Los increíbles efectos especiales y edición de audio vuelven a marcar una clara diferencia con su antecesora, dejando en claro que intenta despegarse de los laureles del proyecto original. En este sentido, vayan sumando porotos al prode de las premiadas, al menos en las categorías técnicas, de las próximas entregas de premios.
Durante sus dos horas 43 minutos, nos solo tendrán tiempo de terminar con su gigante balde de pochocolos, sino de experimentar una obra deslumbrante, con un despliegue visual y sonoro pocas veces visto, que denota la visión lírica e inspirada de un director en constante crecimiento que supo llevar a buen puerto una propuesta cinematográfica que a priori parecía realmente imposible.