Apelar a la nostalgia, mantener la dinámica de una exitosa saga que cumple 25 años, apuntar a una nueva generación de espectadores y cambiar las reglas de juego, son claramente los aspectos en los que se basa Jurassic World, el reino caído. Esta quinta entrega de la franquicia jurásica (la segunda desde su re lanzamiento en 2015 con Jurassic World) tiene, a priori, mucho que ganar pero también mucho en juego. Pasaron tan solo tres años desde que se recaudara más de 1,67 mil millones de dolares a nivel mundial y se convirtiera en una de las películas más taquilleras de la historia. La vara, al menos en la taquilla, es muy alta. Por eso, Steven Spielberg, ahora en el rol de productor ejecutivo, decidió que la mejor manera de sorprender a los nuevos espectadores era ofreciéndoles algo más que dinosaurios. Sin embargo, en JW2 se amalgama la nostalgia de esas primeras aventuras con las obligaciones que imponen este tipo de productos exitosamente masivos. ... pero los dinosaurios van a desaparecer Luego de la destrucción de Jurassic World, el parque temático se encuentra en ruinas y nuestros queridos reptiles gigantes están libres. Ahora, un volcán está a punto de hacer erupción y un grupo de activistas proponen volver a la isla para rescatarlos y transportarlos a un lugar seguro. Esta misión no será fácil, ya que fuerzas militares quieren apropiarse de los especímenes para utilizarlos como poderosas armas de guerra. Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) estará al frente del salvataje y se unirá a un Benjamin Lockwood (James Cromwell), el antiguo socio de Hammond, para colaborar. Para esto deberán buscar la ayuda del experto Owen Grady (Chris Pratt). JW2 tiene una virtud frente a la película anterior: la elección del director Juan Antonio Bayona. El catalán, quien debuta en un mega tanque luego de grandes éxitos como El Orfanato (2007) y Un Monstruo Viene a Verme (2016), tiene como objetivo sacar a la franquicia de su zona de confort desafiando con una puesta escénica y narrativa muy oscura, bajo un terror claustrofóbico bien al estilo de un Ridley Scott con Aliens, ya que una visión tan naif como la que planteo Spielberg en 1993 con su Jurassic Park hoy no funcionaria para las nuevas generaciones. Pero quizás el mayor hallazgo sea la historia que protagoniza la nieta de Lockwood, que visita la mansión de su abuelo explorando todos esos tesoros que dejaron la tierra hace 66 millones de años. Un recorte de tipo gótico donde se produce una increíble tensión. Obviamente no fallará la cantidad de secuencias en las que la acción se transforma en el principal protagonista de la historia, sabiendo que los efectos especiales siempre fueron las grandes armas de la franquicia. En este sentido, Universal Studios volvió a la utilización de animatronics (para darle vida al T-Rex se necesitaron 14 titiriteros) en detrimento de los dinosaurios digitales para lograr una sensación más cercana a las primeras películas. En síntesis, sigue dando sus frutos una saga que se pregunta hace más de dos décadas cómo sería la convivencia entre los dinosaurios y los hombres. Emotividad, humor, terror, suspenso, crítica social y corporativa son las estrategias puesta en marcha para no dejar que esta hermosa sensación que despierta el cine como entretenimiento se extinga definitivamente.
Marvel logró lo que para muchos significaba algo imposible de realizar: amalgamar en 149 minutos una década de estrenos (19 películas en total) poniendo en escena a una veintena de superhéroes enfrentando a uno de los mejores villanos que ha dado la actualidad del cine de Hollywood. Todo esto le costó la friolera suma de 400 millones de dolares (una de los proyectos más ambiciosos de la industria) transformándose en el estreno más importante de la historia del cine norteamericano (recaudando en su primera semana más de 600 millones de dolares a nivel mundial). ¿Cómo entender entonces semejante fenómeno cinematográfico? Hay varios elementos a tener en cuenta. Básicamente el cine de acción y específicamente el cine de superhéroes tienen como premisa básica el entretenimiento. Todos los demás aspectos cinematográficos pueden ser dejados de lado mientras nuestra experiencia ante la gran pantalla no nos dé respiro. Pero, si a esto le sumamos una atrayente trama rebuscada, innumerable cantidad de enfrentamientos cuerpo a cuerpo, efectos especiales asombrosos, personajes que cruzan sus historias en una macronarrativa, escenas de humor bien elaboradas, la reunión más interesante de superhéroes de la historia del cine y uno de los villano más cautivantes de los últimos tiempos, tenemos ante nosotros un proyecto que dejará a la gran mayoría de sus espectadores con la boca abierta (no en una, sino en varios tramos del film). Pero no todo es color de rozas detrás de este ambicioso proyecto. La lógica marveliana de tenernos de rehenes de sus próximos proyectos puede llegar a enfadar o desilusionar al final a más de uno. Si la historia tuviera un cierre definitivo y no una continuación indeterminada en los futuros estrenos de la franquicia, sumaría algunos puntos más. Igualmente, aunque el desenlace quizás no sea el más esperado, esto no le resta ningún mérito a esta eficaz construcción que representa Infinity War. ¿De qué va Avengers: Infinity War? Thanos se transformará en el villano más poderoso del universo si logra obtener las seis gemas del infinito. Algunas ya están en su poder, y las demás las tienen algunos personajes como Dr Strange o Visión. Esta amenaza de niveles épicos pone en funcionamiento toda la maquinaria de Marvel y es la mejor excusa argumental para unir en una misma historia al elenco casi completo de "la fabrica de los sueños": Iron Man, Thor, Capitán América, Black Panther, Shuri, Okoye, Spider-Man, Black Widow, Hulk, Vision, Scarlett Witch, Starlord, Gamora, Rocket Raccoon, Groot, Drax, Nebula, Mantis, Doctor Strange, Wong, Falcon, Bucky Barnes, War Machine, Loki, Heimdall, Pepper Potts, M'Baku, entre otros. Pero seguramente lo que hace más interesante a la historia, más allá de la gran cantidad de superhéroes en escena, es su gran villano Thanos. Un déspota extraterrestre que no dudará en sacrificar lo que sea para lograr su cometido. Claro que para esta difícil cruzada no vendrá solo. Lo acompaña la Orden Oscura: un puñado de cuatro seguidores fieles (Corvus Glaive, Black Dwarf, Ebony Maw y Proxima Midnight) que lo ayudarán a conseguir las preciadas gemas. Los directores Anthony y Joe Russo demostraron tener un estilo muy diferente a lo ya expuesto por Joss Whedon, el encargado de dirigir las dos anteriores partes de Avengers. La importancia de centrarse básicamente en los personajes era fundamental para llevar a cabo esta historia. Teniendo como premisa esta definición ideológica se pudo lograr que cada uno de sus personajes tengan su momento y todos encajen en le devenir argumental. Otro gran acierto son los diversos grupos que se irán formando para hacer frente a la amenaza que se desarrollará en distintos escenarios del universo, sea Nueva York, Wakanda o Titan, el planeta de Thanos. Avengers: Infinity War concluye como la primera parte de algo que continuará, al menos, con los próximos estrenos de la cuarta entrega de Avengers y el debut de Capitán Marvel. Todo lo que Marvel construyó en estos últimos 10 años tiene su conclusión, a medias, con esta "Fase 3" y el comienzo de una nueva etapa que renovará gran parte de nuestro querido plantel de superhéroes.
El director británico Joe Wright se mete de lleno con uno de los personajes más determinante en la historia del Siglo XX. No lo hace como nos tiene acostumbrado el género biográfico con un repaso de toda su vida, sino analizando minuciosamente algunos meses de 1940 cuando Winston Churchill llega al cargo de Primer Ministro del Reino Unido en el contexto de una Europa invadida por el avance nazi, la operación Dínamo y el rescate en las playas de Dunquerque (al respecto no dejar de ver el film de Christopher Nolan que también está nominado como Mejor Película). "Las horas más oscuras" apuesta a un relato casi unipersonal, dejando completamente de lado impactantes escenas en los campos de batalla. Todo el peso está concentrado en los hechos ocurridos en los cuarteles secretos donde Churchill organizará la resistencia (gran mérito del guionista Anthony McCarten, el mismo de "La Teoría del todo"). En este punto reside la gran fortaleza del film: un actor que convence a la hora de interpretar a un hombre abrumado por las dudas. Se trata de Gary Oldman, que está a un paso de ganar su primer premio de la Academia como Mejor Actor. Al respecto, el trabajo de construcción del personaje (gestos, tonos, movimientos, etc.) es verdaderamente extraordinario. Claro que los aspectos técnicos son fundamentales a la hora de darle peso y veracidad a la historia. Gran trabajo del maquillador de efectos especiales Kazuhiro Tsuji (nominado al mejor maquillaje) que vuelve irreconocible a Oldman, sumado al aplomo del director de fotografía Bruno Delbonnel (nominado a mejor Fotografía) que logra el tono asfixiante y el contrapunto entre las luces y las sombras de las locaciones, según el devenir de la historia lo precise, ya sea los oscuros pasillo del búnker o del Parlamento británico. Aunque la película se base en una narración unipersonal, podemos destacar dos heroínas anónimas. Allí está Kristin Scott Thomas interpretando a la esposa de Primer Ministro y Lily James como su secretaria, notables actrices en sus respectivos roles. Dos mujeres bellas y fuertes que no logran lucirse del todo por culpa de un guión que apuesta todas sus fichas al despliegue de su único y central protagonista. Una lástima. En definitiva, la dupla Joe Wright / Gary Oldman logra un producto altamente gratificante que sabe dosificar de forma equilibrada sus talentos, saliendo en auxilio el uno del otro cuando la situación lo amerite.
Una de las sagas más importantes de la historia del cine está cumpliendo 40 años. Cuando George Lucas estrenó Star Wars: Una nueva esperanza allá por 1977 nunca imaginó lo que significaría ese relato -y todos los episodios que vendrían después- para los anales de la ciencia ficción en la pantalla grande. Ahora -tras siete películas y un spin-off- llegó a los cines Star Wars: Los últimos Jedi. Una película que se presenta como innovadora pero a la vez de las más cuestionadas de la franquicia. ¿Los motivos? Son muchos y diversos. Luego de cuatro décadas de una historia que parece no tener fin, es entendible -pero no aceptable para muchos- que los responsables de todo esto -ya sea Disney o Lucasfilm- intentaran cambiar algunos aspectos de la tradición cinéfila de Star Wars para atraer a nuevas generaciones. La decisión de que la película tenga un tono más familiar, sumado a ciertos toques de humor y a la simpleza del desarrollo de muchos personajes, deja bien en claro que el universo de Star Wars se metió de lleno en la lógica de Disney. Esto, obviamente, generará el rechazo y la decepción de los fanáticos más acérrimos que verán frente a sus ojos aspectos tan esenciales como la oscuridad, drama y conflicto quedar en un segundo plano en detrimento de la ligereza comercial de la industria de Hollywood. La elección de Rian Johnson como guionista y director fue seguramente el primer error cometido. Luego de la genial Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015), dirigida por J.J. Abrams -la cual a mí entender se ubica en el podio de las mejores- y el bien logrado spin-off Rogue One: Una historia de Star Wars (2016), bajo la batuta de Gareth Edwards, el retorno de la saga luego de una década -la última había sido Star Wars: La venganza de los Sith en 2005-sentaba sus bases en el claro objetivo de mantener el espíritu de la franquicia. En este sentido Johnson llegó para edulcorar y simplificar todo. No tiene la fluidez narrativa que amerita la franquicia, dejando de lado muchísimos recursos cinematográficos mucho más atractivos. Con este séptimo episodio, J.J. Abrams logró amalgamar ingredientes del pasado para edificar una nueva cronología que promete mucho más para el futuro desarrollo de la saga. Además, ingresan cuatro nuevos personajes que están totalmente de relleno en el devenir central de la historia y que sólo sirven para intentar agregar un poco de humor (los porgs), romanticismo y redención (Rose Tico), y a los papeles interpretados por Laura Dern (Amilyn Holdo) y Benicio del Toro (DJ. Hacker) todavía no logro encontrarles alguna explicación real e importante a su incorporación. De qué va La Resistencia vuelve a enfrentarse contra los malvados de la Primera Orden liderados por el Líder Supremo Snoke y el siempre endeble Kylo Ren. Mientras, la joven aspirante a Jedi, Rey, busca al recluido Luke Skywalker para convencerlo que vuelva a unirse a los rebeldes y, además, le enseñe a dominar sus propios poderes. Sumado a esto, el ex stormtrooper Finn intenta un plan desesperado para salvar la vida de los pocos integrantes de la Resistencia que aún sobreviven; al tiempo que Poe se consagra como un héroe de acción que lo convierte en un posible aspirante a tomar el puesto dejado por Han Solo. Más allá de este cambio de rumbo de carácter meramente comercial, en general Star Wars: Los últimos Jedi se muestra como algo fresco y renovado, con una estética impactante, que en sus más de dos horas nos propone una verdadera road movie espacial que nos mantendrá aferrados a la butaca hasta el final. Continúa siendo esa épica galáctica donde abundan las batallas, el enfrentamiento entre el bien y el mal, dejando todo preparado para el final de la trilogía en 2019 en manos -de pie señores- de J.J. Abrams. Esperemos que, esta vez, la fuerza nos acompañe.
"La fascinación por la sangre fluyendo y salpicando en todas direcciones es más poderosa que el instinto de conservarla en las venas". (Manual Animal. Lalo Mir y Carlos Barragán). En 2010 todos pensamos que habíamos asistido al final de esta exitosa franquicia de terror con el estreno de su séptima película, Saw VII, que además sumaba la tecnología 3D para darle mayor realismo y espectacularidad a este menú dantesco de mutilaciones. Pero no fue así. Una década después de la muerte de John Kramer, un grupo de víctimas deberán enfrentarse a una nueva seguidilla de juegos mortales. Varios cuerpos comienzan a aparecer y tienen en común una muerte única y espantosa. A medida que avanza la investigación policial todo apunta en la misma dirección: Jigsaw. Pero, ¿cómo es posible si el sádico asesino lleva 10 años muerto? Esta será la gran incógnita a resolver para el necesario retorno de la saga a los cines. Con el estreno de esta octava parte, Jigsaw: el juego continúa, el terror renuncia a su tradición basada en la tensión para deleitarse en un sinfín de escenas sangrientas estériles. Nada nuevo que no hayamos visto antes: solo presenciar una y otra vez cómo y de qué forma cada uno de los cautivos irá muriendo. Los hermanos Spierig no pudieron despegarse de esta tradición errática en que se estancó la saga luego de su cuarta película. Creo que ya es hora de dejar a la franquicia descansar (y morir) en paz. La historia detrás de la saga de los mil millones de dólares El terror siempre fue unos de los pilares narrativos y económicos en la historia de la industria de Hollywood. Desde sus inicios en la década del treinta con los monstruos de Universal (Drácula, Frankenstein, La Momia) y el esplendor de los estudios ingleses Hammer en los cincuenta y sesenta; pasando por El exorcista y La profecía en los setenta; Halloween, Pesadilla en Elm Street y Martes 13 en los ochenta, son algunos claros ejemplos de que el género siempre estuvo ahí para aterrorizar a las masas en sus butacas y aumentar las arcas de los estudios de cine. Pero el siglo XXI supo sacarle provecho a un sub género dentro del terror llamado gore (nacido en los años setenta) imponiendo el sadismo, las mutilaciones y las torturas como los principales protagonistas. El responsable de esta exitosa revolución híper sangrienta fue un director australiano de ascendencia china llamado James Wan. En 2004 estrenó El Juego del Miedo (Saw), proponiendo al terror básicamente como un pasatiempo donde su principal villano era un desquiciado justiciero llamado John Kramer (Jigsaw), que no solo se deleitaba observando las distintas pruebas mortales que preparaba especialmente para sus víctimas, sino que además todo estaba envuelto en una carga moral y de cierta humanidad. Su debut en la pantalla grande fue todo un éxito ya que contenía la dosis justa de violencia dentro de un contexto de suspenso y trama policial. En el plano económico, un increíble boom: gastaron 1 millón de dólares en producirla y recaudaron más de 100 millones a nivel mundial. Las obvias secuelas no se harían esperar. Hollywood no dejaría escapar su nuevo gallina de los huevos de oro, cada año se estrenaría un nueva película hasta el 2010 (siete en total), siendo las primeras tres (04/05/06) las que mejor supieron mantener el espíritu original de la saga. La falta de ideas en el terreno narrativo llevó a la franquicia a centrarse en otros aspectos menos interesantes. Todo comenzó a girar en torno a las nuevas formas originales de matar gente, siendo el único entretenimiento la creatividad a la hora de mostrar las muertes. Como resultado pasaron cinco directores, catorce personajes dentro de la misma trama, y casi mil millones de dólares de recaudación a nivel mundial.
Siempre me llamó la atención las estrategias de venta que tuvo Marvel a lo largo de tantas décadas para lograr que terminemos comprando los números de absolutamente todos los personajes que editaban mensualmente en sus tiras de comics. La maniobra era simple: para poder seguirle el hilo conductor a una historia en particular, debíamos comprar varios números de otros personajes. Es decir que los mundos (general) y las historias (particular) estaban íntimamente conectados. Nadie que en su infancia (o en la actualidad) haya sido un asiduo lector de novelas gráficas puede olvidar esos pequeños letreros que dictaban "esto ocurrió en el número..." que te mandaban a comprar, casi por obligación, otra revista para lograr entender algo de lo que estaba sucediendo. Claramente esta táctica comercial le generó mucho rédito económico a Marvel en el plano editorial y, sin pensarlo dos veces, decidió volcarlo a la industria del cine con todas sus franquicias de superhéroes, volviéndonos a tener de rehenes de ver absolutamente todo sus estrenos para seguir el desarrollo de una historia. Luego de un sereno debut en 2011 con Thor y su poco afortunada continuación en Thor: Un mundo oscuro de 2013, Marvel apostó a una vuelta de rosca para el cierre de su trilogía sobre el Dios del Trueno con Thor: Ragnarok. Ya que sus películas en solitario nunca se encontraron entre las más exitosas de la franquicia, la "Casa de la Ideas" tomó la decisión de darle un giro renovador a su protagonista, buscando ir más allá de sus habilidades en el campo de batalla, para presentarnos una comedia de acción ágil y divertida. El primer paso fue la jugada apuesta de elegir al neozelandes Taika Waitti, un director poco experimentado en este tipo de mega tanques de Hollywood, pero con un gran manejo en el terreno del humor absurdo. En películas como "What We Do in the Shadows" (2014) y "Hunt fot the Wilderpeople" (2016) demostró un tacto particular para la comedia delirante, que a la gente de Disney le pareció apropiado para sus nuevas intenciones de cara al futuro de Dios nórdico. Aunque Marvel ya venía apostando hace mucho al género del humor (desde Robert Downey Jr. en Iron Man, pasando por Ryan Reynolds en Deadpool) aquí se vuelve a reafirmar el objetivo de abandonar como protagonista indispensable a la pomposidad de los efectos especiales y la magnificencia de la acción por sobre la trama elaborada y la construcción en base a la personalidad del personaje principal interpretado una vez más por el carismático actor Chris Hemsworth. La última vez que vimos al guerrero asgardiano fue en Avengers: Era de Ultrón (2015), segundo largometraje dedicado a Los Vengadores. Allí el personaje alcanzó un nuevo nivel de poder. Ahora, en esta tercera entrega de su franquicia en solitario, veremos a Thor enfrentarse a su villano de turno Hela (Cate Blanchett), la diosa de la muerte, que destruyó su poderoso martillo Mjolnir y lo exilió a una lejana galaxia llamada Sakaar donde será obligado a convertirse en gladiador en unas violentas y mortales arenas de lucha. Ella intentará extender su poder por todo el universo a través del Ragnarok, un evento de la mitología nórdica que enfrenta entre sí a las deidades y acaba con la civilización. Con las cartas sobre la mesa, el Dios del trueno formará un grupo de aliados integrados por Loki (Tom Hiddleston), Valkyrie (Tessa Thompson) y Hulk (Mark Ruffalo) para evitar el fin de Asgard. Uno de los grandes aciertos del film fue la incorporación de Hulk, colocándolo en el arco argumental y dándole un protagonismo que se merecía. La última vez que vimos al gigante verde en la pantalla grande fue en Avengers: Era de Ultrón, película que finalizaba mostrando a la criatura partiendo hacia rumbo desconocido. Esto fue la antesala para integrar la exitosa historieta publicada en 2006 llamada Planet Hulk, donde llega a Sakaar y es forzado a ser un gladiador, desarrollando sus capacidades intelectuales y dejando para el olvido aquella imagen, tantas veces repetidas, del personaje como una monosilábica masa de músculos verdes. Para finalizar, un dato más que interesante es la aparición de la primera villana de la franquicia. De esta forma se empieza a construir la posibilidad de tener dentro del Universo Cinematoigrafico de Marvel a una villana central. En un universo formado por diecisiete películas, Marvel aún no ha podido instalar entre el público a un villano indiscutible Para semejante apuesta, Cate Blanchett se pondrá en la piel de Hela, un personaje que con sus poderes místicos pelea por convertirse en uno de los grandes antagonistas de Thor junto con Loki. Dejando de lado lo ceremonioso de las primeras dos entregas del Dios del martillo, todo parece apuntar que vamos directo a un cambio de esencia dentro de la franquicia, donde el tono de absoluta comedia de aventura y acción sea la carta clave a jugar.
Tuvieron que pasar 35 años para poder ver finalmente esta secuela de uno de los clásicos más importantes de la historia del cine de ciencia ficción. La adaptación que hizo Ridley Scott en 1982 de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, ahora es retomada por el director canadiense Denis Villeneuve junto a su inseparable director de fotografía Roger Deakins - y al propio Scott en la producción ejecutiva-. Ambos asumieron el desafío de concretar un verdadero espectáculo visual y sonoro que rinde homenaje al proyecto de los ochenta. Pero además, una película que brilla con luz propia, más que una continuación centrada solamente en celebrar la cinta original. ¿Lo lograron? Bueno... eso depende con que ojo se mire. Entonces, ¿cómo reanudar una historia tan de culto con un final tan ambiguo? Quizás la mejor forma de dar comienzo era intentar develar uno de los mayores enigmas que nos dejó el final de la primera película: ¿Qué pasó cuando Rick Deckard (Harrison Ford) huye con la bella replicante Rachel (Sean Young)? Ahora nos encontramos en el año 2049, tres décadas después de la anterior historia, con nuestro nuevo protagonista, K (Ryan Gosling), un blade runner - agentes dedicados a eliminar "replicantes"- que debe cumplir con su misión de encontrar a los androides con apariencia humana creados para trabajo esclavo en el espacio y que se han rebelado para inmiscuirse en la sociedad como ciudadanos comunes. La gran diferencia es que ahora no todos los replicantes son ilegales. Los nuevos modelos creados por un oscuro magnate llamado Niander Wallace (Jared Leto), incapaces de desobedecer órdenes, son aceptados en la tierra. Pero aún continúan entre nosotros antiguos modelos que deben ser "retirados", siendo esta la misión del agente K. En plena misión, nuestro protagonista desenterrará un misterio que pone en peligro el orden del sistema y que lo vincula directamente con el desaparecido agente Deckard. Villeneuve descarta los claros elementos del cine noir de la película original para dar rienda suelta a una épica visual a gran escala. La gran inversión de un presupuesto de más de 200 millones de dólares - ocho veces mayor que la de 1982- hace que esta nueva aventura distópica se nos presente en escenarios mucho más ampulosos que la claustrofóbica versión original de una ciudad de Los Ángeles sobrepoblada. Los increíbles efectos especiales y edición de audio vuelven a marcar una clara diferencia con su antecesora, dejando en claro que intenta despegarse de los laureles del proyecto original. En este sentido, vayan sumando porotos al prode de las premiadas, al menos en las categorías técnicas, de las próximas entregas de premios. Durante sus dos horas 43 minutos, nos solo tendrán tiempo de terminar con su gigante balde de pochocolos, sino de experimentar una obra deslumbrante, con un despliegue visual y sonoro pocas veces visto, que denota la visión lírica e inspirada de un director en constante crecimiento que supo llevar a buen puerto una propuesta cinematográfica que a priori parecía realmente imposible.
Luego de volverse un fenómeno en YouTube con su corto "Ataque de pánico" (2009), el director uruguayo Federico Álvarez se convirtió en la joven promesa mundial del cine de terror. Tanto fue así que el mismísimo realizador Sam Raimi lo llamó para que se hiciera cargo de dirigir "Posesión Infernal" (2013), la nueva adaptación de "Evil Dead" (1981), una de las mejores películas de terror de toda la historia. A esta altura, el montevideano no solo había cumplido su sueño de trabajar con uno de los directores más importantes del género, sino que además se transformaba en el realizador del momento. Para su siguiente acto, el uruguayo junto a Raimi, otra vez en el rol de productor, se descargan con "No respires" (2016), película que ya es descrita por la prensa especializada como una de las mejores proyectos de terror de los últimos años. El film que costó tan solo US$10 millones -una verdadera bicoca- ya lleva dos semanas liderando la taquilla norteamericana, además de ser clamada por la crítica en festivales como SXSW y Fantasia Fest. Alex, Rocky y Money conforman una banda de ladrones de Detroit que roban casas mientras sus residentes se encuentran ausentes. Luego de varios exitosos golpes, eligen su próxima víctima: el hogar de un veterano de guerra ciego que ha cobrado una millonaria indemnización. Pero, la tarea se transformará en una verdadera pesadilla cuando el anciano demuestre no ser tan indefenso como parece. Si en las actuales películas de terror no hay lugar para la tensión, ya que lo que domina son los golpes bajos y el efectismo, acá estamos ante una historia cargada de intriga, tensión y sorpresa escapando de forma magistral a los tantos clichés dentro del género. Los personajes actúan de manera creíble, dejando en claro al espectador las razones por las cuales se toman cada una de las decisiones. Si se logra identificar al público con lo que los protagonistas hacen o dejan de hacer, el miedo surge efecto de forma inmediata, natural y efectiva. Álvarez consigue darle forma final a un producto brillante y solido que demuestra un claro uso del estilo retomando varios elementos tradicionales del terror pero dándole otra elocuente forma, sin fantasma ni presencias diabólicas. Además, y no es un punto menor, el relato se cuenta desde la mirada de los supuestos villanos, que más temprano que tarde se convertirán de victimarios a víctimas. Toda una aventura altamente recomendable para los amantes del suspenso y el terror, con una vuelta de tuerca final de lo mejor que se ha visto en el cine en varios años y que posicionan a Federico Álvarez como uno de los nuevos directores del cine de género a nivel mundial.
La franquicia de Bourne, que con este último estreno llega a cinco películas, siempre fue vista como una actualización moderna de las aventuras del agente 007, pero pos atentados del 11 de septiembre. La industria de Hollywood buscó para este nuevo y conflictivo escenario mundial un espía que tenga características que se amoldaran a lo que sucedía en el mundo actual: más violencia y villanos creíbles. Así fue como en el año 2002 dieron con Jason Bourne, un personaje de ficción creado por el escritor Robert Ludlum para sus novelas de espionaje. La última vez que el actor Matt Damon y el director Paul Greengrass se vieron las caras fue para "Bourne: El Ultimátum" (2007), pero ahora tomaron la decisión de regresar para darle un cierre definitivo a la exitosa franquicia de acción. Si pensamos concretamente en el argumento de este nuevo capítulo, "Jason Bourne" (2016) no cumple con las altas expectativas de aquella primeras películas, sobre todo el debut del espía demenciado en "Identidad Desconocida" (2002). Igualmente, estamos ante un nuevo capítulo que revaloriza la saga y actualiza la temática hacia lo que podemos denominar como el espionaje virtual. Jason Bourne en verdad es David Webb, un agente que se ofreció en el pasado como voluntario para un proyecto de Treadstone con el objetivo de crear una especia de supersoldados. En la actualidad, ya completamente alejado de todo rastro de su antigua identidad, se dedica a intentar ser un hombre común, siempre y cuando no regresen esos vagos recuerdos del agente que fue. Sumado a que la CIA aun lo sigo buscando para eliminarlo, ya que esta máquina asesina le costó 100 millones de dólares. Ahora vuelve a la batalla, con memoria recuperada y la culpa que lo carcome por que hizo en el pasado, cuando Nicky Parsons (Julia Stiles) le pasa información sobre la creación del proyecto que le dio vida a todos sus males. El objetivo es el villano Robert Dewey (Tommy Lee Jones), director de la Agencia de Inteligencia. De su lado se encuentra Heather Lee (Alicia Vikander), una joven que intentará traer de vuelta a Jason a sus filas. Seguramente el binomio Damon-Greengrass es lo más rescatable de la película. Un gran actor dirigido por un estupendo director. Greengrass inserta de forma magistral a nuestro perturbado agente en medio de una trama acerca de los monopolios tecnológicos y los encubrimientos del gobierno. El guión dispone una furiosa crítica acerca del ciberterrorismo, la supervigilancia y todo lo que concierne a las redes libres. De esta forma, luego de nueve años, Matt Damon vuelve a interpretar a su vengativo personaje bajo el pretexto de siempre: cine de acción, persecuciones de alto vuelo, enigmas y traiciones que dan como resultado un producto divertido y atrapante.
Pasó más de una década para que se estrenara en los cines la secuela de una de las películas más exitosas de la factoría Pixar, Buscando a Nemo (2003). Esta continuación de la historia bajo el mar deja muy en claro que la espera valió la pena en muchos sentidos: una trama emocionante y cautivadora; a la par de un trabajo de imagen a la altura de lo que el estudio más exitoso de animación de los últimos tiempos pudo saber dar; sumado a una narrativa exquisita que da lugar a una forma muy particular de contar y describir lo que sucede. Definitivamente "Buscando a Dory" bebe de la misma fuente de su predecesora, manteniendo la delicadeza, inquietud, dramatismo y vigencia. Las "segundas partes" siempre cargan con cierto karma o críticas previas injustificadas desde el vamos: supuestamente deben igualar o superar la calidad de la original y, además, demostrar que puede ser una película autónoma en lo que a su historia respecta. Quizás el único punto débil de "Buscando a Dory" sea que para aprovecharla al máximo hay que tener conocimiento de lo sucedido en la anterior. Igualmente, la historia se sostiene por sus propios elementos basándose en una narración ágil y divertida, una caracterización de los personajes muy a la altura, y finalmente el suspenso y la emoción tan propias del sello Pixar. La historia comienza con Dory durante su infancia acompañada por sus padres sobreprotectores, actitud que nos recordará a la relación de Marlin con su hijo Nemo en la anterior película. Nuestra protagonista irá creciendo, ¿abandonada por sus progenitores?, hasta que el inicio del filme se ubicará un año después de los acontecimientos que dejaron atrás en "Buscando a Nemo". Con sus problemas de memoria a corto plazo, ella comenzará a tener algunos recuerdos leves sobre su pasado que la llevarán a tomar la decisión de descubrir sus orígenes y de rencontrarse con sus padres. Para cumplir semejante objetivo deberá embarcarse en una aventura cruzando todo el océano con la compañía de sus amigos y varios nuevos personajes hasta llegar al Instituto de Vida Marina en California, un gigante acuario donde, supuestamente ella nació, y se desarrollará gran parte de la historia. Más allá de los personajes ya conocidas de la saga -la ahora protagonista Dory, junto a Marlin y su hijo Nemo como personajes secundarios- se suman algunos más que le asignarán a la trama características propias y diferentes: desde el misterioso pulpo Hank; pasando por los delirantes lobos de mar Fluke y Rudder; sin olvidarnos a la adorable tiburón ballena Destiny y su compañero de estanque Bailey, una ballena belga que está convencida de que su sonar biológico está roto. Además, en su versión subtitulada, los grandes aportes en las voces originales de Ellen DeGeneres, Albert Brooks, Ed O'Neill, Kaitlin Olson, Diane Keaton y Dominic West son extraordinarios. En lo que respecta al plano musical, no podemos olvidar la elección de la banda sonora con dos clásicos de la música mundial como Louis Armstrong y Frank Sinatra. Un consejo final: no se muevan de sus butacas durante los créditos finales ya que podrán saber qué fue lo que pasó con los personajes que ayudaron a Nemo, en su debut cinematográfico, a escapar de la pecera del odontólogo.