Blade Runner 2049: Construyendo un significado propio.
Llega una de las secuelas más esperadas de la historia, apuntando por estar a la altura de uno de los trabajos más respetados del género de la ciencia ficción.
Reseña libre de spoilers
Después de 35 años llega la secuela de uno de los films más influyentes de la historia. Un icono temático de la ciencia ficción, visualmente Blade Runner influencio a prácticamente todo cineasta que fue espectador tras su estreno en 1982. Lejos de entregar un trabajo que va a lo seguro, el equipo detrás de Blade Runner 2049 logró una película con identidad propia que se sostiene en los hombros del rico universo ideado por Ridley Scott (esta vez en el rol de productor).
Muchos años han pasado de la historia original. Esta vez seguimos a un nuevo detective, interpretado por Ryan Gosling, investigando un misterioso caso que podría cambiar la dinámica social que se sostiene tan delicadamente el status quo de este futuro cercano alternativo. En su rol como Blade Runner, se encarga de dar caza a androides fugitivos que originalmente sirven como mano de obra esclava. Una trama ubicada en un universo tan rico y audaz que te absorbe desde el primer momento gracias a la fantástica combinación de efectos especiales con un trabajo de sets, maquetas y props que ostentan diseños que toda producción del género envidiaría.
La existencia de lo denominados replicantes le da un sentido temático a un universo que en lo estético ya se presenta más que interesante. La mezcla de tecnología futurista con un ambiente sucio y noir, la cultura asiática y occidental que se complementan con las luces de neón que emanan las publicidades holográficas, todo cubierto por una eterna noche de lluvias intensas. Todas estas son marcas icónicas del trabajo original que lejos de abusarse de forma vacía, sirven como marco para desarrollar tópicos cómo la identidad, la división social, racial e incluso el significado de ser humano.
La buena ciencia ficción siempre propone escenarios futuristas para poner en perspectiva el análisis de nuestra propia realidad, el posible futuro como un lente por el cual ver nuestra propio presente. Los conflictos raciales, las diferencias sociales e incluso el sentimiento universal de buscar el propósito se ven reflejados e invitan a la reflexión. Pero además de desarrollar y expandir temáticas clásicas como estas (que ya exploro su antecesora), 2049 introduce inteligencias artificiales holográficas interpretadas por Ana de Armas (Knock Knock). Un servicio que nuestro protagonista aprovecha en su vida diaria: replicante de replicantes, un artificio para lo artificial y el único oasis en la vida de un Blade Runner que existe solo para su trabajo. Es mediante esta nueva capa que explora tópicos más modernos, explorando la relación de su solitario protagonista, rechazado por la sociedad y compartiendo su vida con la tecnología como única compañía.
Los personajes interpretados por Robin Wright (House of Cards), Dave Bautista (Guardians of the Galaxy), Jared Leto, Mackenzie Davis (Black Mirror: San Junipero) son parte de un mundo creado hace mas de tres décadas, pero logran enriquecerlo y hacerlo suyo. Fugitivos, artesanos de falsos recuerdos para implantar en replicantes, hombres jugando a ser Dioses, esclavos del sistema o victimas del mismo, 2049 logra expandir un universo al mismo tiempo que reformular su iconografía. Ojos, la figura de un caballo, la lluvia, todos elementos superficiales que la Blade Runner original imbuyó de significado y relevancia se ven recontextualizados e igual de significativos en este film. Sale victoriosa de una batalla que la mayoría de las secuelas ignoran que deben pelear.
Además por supuesto de la vuelta del Blade Runner original: Deckard (Harrison Ford), que más que un cameo resulta vital para la trama, que en su segunda mitad podría decirse que sufre el impacto de su llegada. El guion de Hampton Fancher (mismo rol en la obra original) y Michael Green (Logan, Alien: Covenant) funciona de maravillas durante una primera mitad que brilla moviéndose naturalmente entre la introducción del universo y sus personas, además del desarrollo de una trama detectivesca llena de incógnitas. Pero una vez que Deckard se introduce poniendo todas las cartas sobre la mesa, aún cuando siguen habiendo sorpresas hacia el final, la cinta sufre de un último acto que carece de la complejidad y profundidad de sus inicios. De todas maneras, el guion en general tiene un nivel de imaginación y enfoque que pocos pueden ostentar. Más apropiado ver su estructura a través de cinco actos en lugar de tres, los últimos momentos del film cierran de buena manera un flojo quinto acto.
Aunque la verdadera estrella de la película sea el trabajo de Roger Deakins (click para ver una filmografía que no merece ser resumida) en la dirección de fotografía, creando hermosos escenarios con matices y un valor dramático que sólo un maestro con una ilustre carrera podría obtener, el director Denis Villeneuve (Prisoners, Sicario, Arrival) logra crear impactantes secuencias combinándolo con la excelente banda sonora de autoría compartida entre Benjamin Wallfisch (It) y el gran Hans Zimmer.
Una maravilla técnica y de producción, Blade Runner 2049 se gana el derecho a su existencia gracias a un guion y dirección que insisten en construir sobre la primera película. Muchos ya la ubican como una de las mejores secuelas de la historia, algunos insinuando que logro como mínimo igualar a la original. Aunque eso resulta subjetivo, y altamente improbable con el paso del tiempo, no hay que olvidar que la valorización de un trabajo no puede infectarse demasiado con la opinión que a uno le merece la recepción del mismo.
Aún con algunos problemas, el valor artístico y técnico se combinan como pocas veces en un relato que logra continuar dónde dejo uno de los trabajos más icónicos de su género. Es un valioso film que encontró su propio significado, y gracias a ello logra ser mucho más que una simple replica de la original.