“Morir por la causa correcta. Es lo más humano que podemos hacer”
Hace 35 años Ridley Scott nos deleitó con “Blade Runner”, un film basado en un libro de Philip K. Dick, que se convirtió en un verdadero clásico de la ciencia ficción y que serviría de influencia para el género y el cine en general. Es por ello, que cuando se dio a conocer que se haría una continuación tres décadas más tarde surgieron dudas sobre si era realmente necesario. Cuando Denis Villeneuve (“Arrival”, “Prisoners”) fue confirmado como el encargado de realizar la tardía secuela, se generó cierta expectativa por su marcado estilo y su talento narrativo. Lo cierto es que “Blade Runner 2049” no solo resulta la mejor secuela posible, sino que además se convirtió en una película necesaria y con identidad propia, que amplía aquel universo creado en la cinta original.
La propuesta del film original era básicamente un film neo-noir de ciencia ficción donde nuestro protagonista es Rick Deckard (Harrison Ford), un policía especial conocido como “Blade Runner”, cuya tarea era la de encontrar a unos robots conocidos como Nexus 6 y eliminarlos, ya que se habían rebelado y escapado. Todo eso traía aparejado algunas cuestiones filosóficas y morales sobre la creación, la consciencia, el alma y la trascendencia más allá de la muerte. En esta oportunidad, nos encontramos 30 años después de los eventos del primer film, donde un nuevo Blade Runner llamado K (Ryan Gosling) descubre un secreto largamente oculto que podría acabar con el caos que impera en la sociedad. El descubrimiento de K le lleva a iniciar la búsqueda de Rick Deckard, el agente al que se le perdió la pista hace 30 años.
El resultado de esta segunda parte es alucinante. Se nota que Villeneuve era consciente del reto al que se enfrentaba y se encargó de afrontarlo de manera serena y con el respeto que merece la obra original. Esta continuación no solo mantiene la iconografía, la estética retro-futurista cyberpunk y el acercamiento neo-noir, sino que incluso se erige bajo una base filosófica similar a la de su antecesora. Si los tintes existencialistas de la original se basaban en que los “robots” pueden ser más humanos que los humanos, en esta oportunidad la tesis irá más allá, haciendo hincapié en la obediencia, el libre albedrío y la capacidad reproductora de estos seres creados por los humanos.
Cabe destacar que Villeneuve no estuvo solo en esta enorme tarea de brindar un relato nuevo que expanda el universo creado por el largometraje de 1982, sino que tuvo a su disposición un equipo de lujo para la ocasión. Por un lado, contó con Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch para tratar de reproducir aquel sentimiento de futuro gélido e impersonal creado por los sintetizadores reconocibles de Vangelis en el film original. Y digamos que los autores lograron concebir una banda sonora increíble que sirvió como actualización y clara evolución de ese sonido característico de los ’80. Además, Dennis Gassner supo encarar la ciclópea tarea de realizar un diseño de producción acorde a los tiempos que corren, pero en consonancia con la primera parte de la historia. La escala de los decorados, el diseño del vestuario y los efectos visuales componen un contundente escenario para toda la parte visual del relato. Mención especial merece la Dirección de Fotografía a cargo del maestro Roger Deakins (“Skyfall”, “Fargo”, “Shawshank Redemption”), cuyo talento y labor merecen ser recompensados en las futuras entregas de premios (recordemos que fue nominado a los Oscars en 13 oportunidades y aún no pudo quedarse con el galardón). Los efectos dramáticos y las atmósferas que genera su fotografía hacen eco del extrañamiento y la confusión por la que atraviesan los personajes de la película. Cada plano que elabora es un cuadro o una representación pictórica perfecta que puede ser encuadrada tranquilamente para reposar en una pared in aeternum. Los escenarios que nos presenta (junto con el departamento de arte obviamente) son de una belleza extraordinaria.
El guion de Michael Green y Hampton Fancher (este último también escribió la película de Scott), terminan de redondear un trabajo superlativo. La narrativa se toma su tiempo para fundar las bases del drama y el conflicto principal, pero sin caer en momentos vacíos o carentes de sentido. Además, establecen una fuerte psicología en el personaje de Ryan Gosling, quien batalla internamente entre el deber y su propia concepción de los hechos. Esta lucha personal quedará determinada una vez que se encuentre con el personaje de Harrison Ford que aparecerá promediando el tercer acto para brindar una épica conclusión a los eventos narrados. Si bien el personaje de Deckard no tiene demasiado tiempo en pantalla, su funcionalidad para la trama es vital y concluyente. Tanto Deckard como K están muy bien secundados por unos personajes perfectamente interpretados por Ana de Armas, Jared Leto, Robin Wright, Mackenzie Davis y Dave Bautista.
En definitiva, “Blade Runner 2049″ es un film atrapante, visualmente impactante y un relato con significado propio que logra continuar y ampliar de manera efectiva a su predecesora. Villeneuve muestra realmente de qué está hecho, y porqué es uno de los directores más importantes de los últimos tiempos. Un verdadero triunfo cinematográfico que prevalece a pesar de su extendida duración (163 minutos). Un largometraje que vale la pena disfrutar en cine con el objetivo de ser testigos de todo su esplendor.